Nº39

 Junio de 2016


Nota editor.

El despertar de una noche convulsa que comenzaba con la indudable certeza de
que nadie es capaz de dormir con este calor; la certeza que hace aguas en el sudor que
acumulaba el hoyuelo que la piel da lugar justo encima del final de la espina dorsal; la
tranquilidad de ocultar la ropa dispersa de abrigo en el desván celoso de la niñez; el hastío
manchado del rencor a uno mismo por la falta de predicción, sentido al subir la escalera
metálica que se despliega abriendo el hueco que el desván al ayer deja adivinar; el calor
que vuelve tan sólo para recordarnos a todos que nadie le dice cuando marchar, cuando
volver para derribar.

Constantes que se repiten en el verano, que siempre había sido la felicidad cubierta
con el manto etéreo que presentan las estaciones, que se aparece ahora como otro giro
más. La vida se asemeja a una rueda en la que sólo aquellos que alguna vez la vieron
parada pueden adivinar los radios gemelos. El trabajo, al igual que su ausencia, marca el
devenir del tiempo. Segundos que se agolpan en la espalda del que da la vuelta y todo lo
ignora, que gritan e insultan golpeando la puerta exigiendo ser escuchados, tomados uno
a uno; que exigen que la vida se postre ante ellos. Pero el hacer y el descanso se confunden
entre sí hasta tal punto que su agente se convierte en espectador, olvidando cuál de las
dos actividades daba sentido a su vida.
Treintaynueve nada más. Que disculpe la vida esta crónica que aún grita.

ARENGA AL VOTO

 Carlos Esteban González

Sí, les animo a ir a votar, como les podría animar a ir al teatro o a un buen concierto
o a un colorido recital de poesía. Muy bien, dirán ustedes. Muchos incluso pensarán, yo
igualmente iba a ir a votar. Para ellos ofrezco material para la reflexión, siempre útil.
Pero, ¿qué hay para aquellos que no quieren ir a votar? Para mí esa es una sensación
conocida. Como muchos sabrán, y otros descubren ahora, soy muy joven. Me sobran
dedos en una mano para contar las veces que he tenido la oportunidad de ejercer mi
derecho al voto. Sin embargo, la política me atrae desde antes de que pudiera participar
en ella.

Al inicio, no era para mí más que aquello que en ocasiones motivaba a los adultos,
les hacía hablar, juntarse, enfrentarse. Los diferentes partidos asemejaban su popularidad
con aquella que encuentran los equipos de fútbol entre sus hinchas. Ser de no sé quién
conllevó para mí un enorme y estructurado prejuicio, que había significado para quienes
no eran de no sé quién un montón de cosas por lo general negativas. Si siguiéramos mi
temprano juicio, esta aparente semejanza podría llevarnos al error de pensar que, como
puede ocurrir con los hinchas, los partidos políticos también son algo ajeno a quien los
sigue. Un argumento recurrente de aquellos que no disfrutan del fútbol es señalar que el
equipo al que idolatra no le da de comer, cuando algún entusiasta de este deporte se les
aparece como molesto o violento. Dicho así puede parecer un argumento trivial, pues, es
una verdad ampliamente conocida, pero, esconde una cierta complejidad. Cuando alguien
realiza esa afirmación busca expresar al otro que comprende su afición por su equipo,
aunque no la comparta, pero que no comprende que, por ejemplo, ponga en peligro su
integridad física o afectiva por ella. Cree hablarle desde la voz de la razón y confía en
recordarle aquello que necesita para recuperar la cordura: que ni su vida depende del
equipo, ni el equipo depende de que le dedique su vida. Pero, aunque podamos coincidir
en que lo que hagan o no hagan los partidos políticos repercute en nuestra vida de una
forma que nunca estará al alcance de ningún equipo de fútbol –alejemos de nosotros, así,
un futuro surrealista-, ¿es esto lo que piensa el grueso de los votantes españoles?

Creía que era una conciencia ya superada, pero aún hoy podemos escuchar a quién
ante una injusticia de magnitud social, en la que diferentes decisiones políticas participan

DISGRESIONES DE IZQUIERDAS

 Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

De la izquierda y la juventud.

No hay compromiso más puro que el que brota de la relación entre la izquierda y la
juventud. Izquierda como idea y proyecto de cambio y juventud como agente realizador
de esa idea.

Ser joven es ser revolucionario: la revolución comparece como línea de falla producida
en el choque entre dos generaciones. Hay formas objetivas que sirven para el progreso
vital de las fuerzas subjetivas de una generación que la generación siguiente hereda y que
no le sirve para la expresión de sus fuerzas productivas. La revolución acontece como
negación de lo heredado y construcción de un nuevo legado; la revolución siempre
significa un dar la espalda a los que nos precedieron sin negar su labor para con la
humanidad, sino asumiendo que aquello que nos cedieron no nos vale ahora.
La izquierda es el deseo de cambio; la juventud, su actitud: la izquierda en estado de
realizado. La izquierda cristaliza en el espíritu del pueblo cuando la colectividad, en
estado de autoconsciencia, expresa su ser joven, que es un ser revolucionario. Hay
revolución, de nuevo, cuando la juventud se confirma como estrato rector del destino de
la época histórica o de la comunidad en una época concreta. Consiste por tanto en la
superación de las formas caducas para la manifestación externa de la energía vital, que
siempre supone una transgresión de límites -siempre quiere más, ser-más-. Esta
superación radica en la propia vida como momento de conformación de su ser vida: la
vida se desarrolla superándose a sí misma. La juventud es portadora de la energía vital
libre de forma, expresándose a sí misma desde sí misma.

En este sentido la izquierda supone la consciencia de esta superación, cuya aplicación
práctica se realiza como continua trascendencia.

La juventud es apoderamiento de vida. Y la izquierda, estrategia para su
desenvolvimiento histórico.

Del ser de izquierdas.

¿Por qué se habla de la superioridad moral de la izquierda? ¿La lucha por la igualdad, la
solidaridad, la justicia social o la libertad es sólo competencia de la izquierda? No lo creo.
Lo que es competencia de la izquierda es dotar a todos estos ideales de sentido universal
e inclusivo, dado que de por sí son palabras vacías, cáscaras de nuez que esperan a ser
conformadas y significadas. Ser de izquierdas no es luchar por la libertad, sino luchar por
una libertad despojada de intereses privados; es luchar por la igualdad y la justicia social
en España y también en Europa, en nuestro barrio y en las favelas brasileñas -coincido
con Sánchez cuando dice que ser de izquierdas es ser internacionalista-. Ser de izquierdas
es tener pretensión de universalidad para todos aquellos valores que tan ruinmente otros,
no sé si son los de la derecha o los de una falsa izquierda, han explotado y mercantilizado
hasta el absurdo.

LA REALIZACIÓN

 Zambo

Como nunca fui alto ni delgado todos los recreos me quedaba sin jugar al baloncesto. Yo
quería jugar al baloncesto. No me dejaban. Era negrito y eso tendría que haber bastado,
pensaba, pero me decían «los gorditos no juegan al basketball» (en aquel momento decir
basketball quedaba bien, hoy ya no). Entonces decidí que lo mío era el fútbol, todo estaba
de mi parte: también era argentino. Estaba destinado a ser el nuevo 10.

         -  Hola chicos ¿puedo jugar?
         -  Si cómo no.- al parecer el fútbol es un deporte más abierto – Chicos, ya tenemos
             arquero.

Sonreí, pero luego me dijeron que yo era el arquero. Bueno, por hoy pasa. Mañana otra
vez que si podía jugar, al arco me volvieron a decir. Entonces deduje que por alguna razón
ajena a mi entendimiento yo tenía que ser el arquero. Después de unos días mi amigo
Chencho me dijo que yo era arquero porque estaba gordo y me entró como la vergüenza
y entendí qué significaba eso tan complejo que es tener complejos. No volví a jugar al
baloncesto ni al fútbol. Antes voy a adelgazar y a ponerme guapo, que todos los jugadores
de baloncesto y de fútbol son guapos. Me voy a correr le dije a mamá, y ¿por qué hijito?,
no sé mamá me voy a correr. Al día siguiente de correr me sentí como el día que me caí
de la bici, allá por el monte. Entonces me dije que lo mío son los estudios. Miré a los
chicos estudiosos, muy poquitos jugaban al fútbol o al baloncesto y eran malos y algunos
estaban gordos. No tenía dudas: voy a ser estudioso. Llegaron los exámenes y me salieron
mal, pero era estudioso, no sé qué me pasó. Mamá: cómo que qué te pasó, no estudiaste
un carajo, y me cacheteó. Yo: pero si ya no juego ni al fútbol ni al baloncesto y soy malo
y-y-y (me dolía el cachetazo y estaba como llorando) y casi no hablo con nadie. Mamá
dejó de decir cosas. Me pegó otra cachetada y se fue a hacer la comida. Con el dedo me
hizo que no. No comí espaguetis con albóndigas. Lloré, pero no comí. Y ¿qué le hago?,
pensé, ¿qué puedo ser? Mi amigo Chencho me dijo que no sabía. Qué es eso que llevas
en la mano, le pregunté, un pucho y que cómo funcionaba, chupás y soplás. Entonces me
dije que iba a ser chupador y soplador de puchos. Encontré algo que me gustaba y que
hacía bien, y además la gente me empezó a mirar distinto como si yo jugara bien al fútbol
o al baloncesto. Después me hice más grande y en clase de filosofía nos hablaban de la
realización, decían, de la realización personal. Al principio no entendí, pero después me
di cuenta de lo que era, levanté la mano y le dije a la profe, profe yo estoy realizado, ¿a
sí? ¿Cómo lo hiciste? Chupando y soplando puchos.

EL DESEO ENAMORADO Y CUATRO POEMAS DEDICADOS

Ernesto Rodríguez Vicente

Octavio Paz
Las masas humanas más peligrosas son aquellas
en cuyas venas ha sido inyectado
el veneno del miedo... del miedo al cambio.

El deseo enamorado.

Bajo las luces de la ciudad, en los cruces de caminos, en las casas abandonadas,
en los soportales, en las paradas de autobús, en las montañas, en los escenarios, en el
mar, en las azoteas, en el desierto, entre la muchedumbre y hasta en el cementerio, el
deseo recorre las tácitas líneas del tiempo y con la vehemencia de un roedor, invade
infinitas esencias encerradas en distintos cuerpos. De su inabarcable expansión,
vanamente contenida por la imaginación de los hombres, se abren nuevas e inevitables
vías de crecimiento, cuyo desarrollo provoca funestas obstrucciones en el corazón
humano. Dichas obstrucciones son lo que conocemos como miedos o, digamos,
prejuicios, los cuales no necesariamente son un impedimento para el ejercicio de la vida.
Si bien es cierto que la vida está llena de cambios, generados por el deseo, y que aceptar
esos cambios tal y como son podría ser la forma ideal de vivir sin preocupaciones, pero
la verdad es que no podemos desechar el miedo porque sin su actuación podríamos llegar
a perder literalmente la cabeza.

Para explicar esto creo necesario describir cómo se realiza el acto de amar. Para
empezar hablemos de amar como construir, digamos el amor artificial. Amar en este
sentido conlleva sufrimiento, un sufrimiento producido en el pensamiento, ya que pensar
deliberadamente es tratar de saber qué y cómo amar, y esto no es una fácil tarea. Sufrimos
por el reflejo de lo que se ha construido o se va a construir, por tanto se puede sufrir por
el Otro en la medida que éste se refleja en nosotros. El hombre solo es feliz cuando ama,
no poder amar (construir) es ser infeliz, es decir, causa generalmente infelicidad. Amar la
infelicidad consiste en restringir la potencialidad hasta el punto de querer suicidarse; para
dejar de ser infeliz se destruye o se aleja del pensamiento un poder amar, construir (que
no sabemos o no queremos realizar), o se logra seguir amando el mismo objeto potencial
gracias al pensamiento. Cuando el deseo se enamora, el sujeto pierde su integridad para
convertirse a la del Otro: construye, sin tener nada más en cuenta, en función del objeto
de su deseo, que puede ser animado o inerte. El deseo busca el cambio y el miedo busca
mantenerse. Cuando el deseo se enamora, se pierde el miedo. Y cuando el miedo se
enamora, se pierde el deseo y se construye a partir del miedo: se construye para mantener.
Por ende, amar artificialmente consiste en construir para cambiar o para mantener, se sea
o no consciente de esa finalidad. Pero, según mi opinión, amar bien no es saber amar
artificialmente en todas las posibilidades, sino saber amar para mantener o para cambiar,
y también, saber elegir el sentido o la finalidad por la que se ama. El otro tipo de amor se
define por la sentencia amar es admirar, lo que yo llamo el amor natural. El amor natural
es independiente, cualquier cosa puede ser objeto de admiración; amar naturalmente solo
es prestar atención a algo concreto o abstracto, por ello, el amor natural es algo que se
realiza siempre y no puede generar sufrimiento, pues el sufrimiento es un objeto del amor
natural. Amar bien es, entonces, saber amar artificialmente aquello a lo que dedicamos

LA HIJA DE LA TARDE

 Ollie de Ninfo

Embarazada quedó la tarde.
Sola vio encendérsele la vida en su regazo descolorido.
Como la piedra
Si sol escondido, gris espera
Llanto contenido,
Llanto.

Una sensación de peligro.
Llaman a sus pies las hojas sueltas
A la vieja que cruza la acequia
Y sonríe como una niña
Cantándole al cántaro para la partera.
Mientras, Ésta, a la puerta de la ca, espera,
Recordándole al viento el trato:
Que si ella trae la vida
A su paso a de dejarla intacta.

Solamente sola, la atardecida queda,
Va preñadísima de agua,
Y sus vástagos ya crecidos
Están escuchando la atmosfera, palpable y aromática,
Que se dilata toda para la tormenta.
Y el pálido se torna trueno,
Y el fuego interno
Deja resonar el alma del cuerno, claro,
Y la apariencia es aniquilamiento.

Nº38


MAYO 2016

Nota editor.

Supongo que muchos de ustedes, nuestros queridos lectores, no comparten ahora, la situación que voy a tratar, pero, independientemente del tiempo en el que se encuentren, seguro que la comparten en sus pieles. Ahora muchos de nosotros, a los dos lados del papel de esta revista, vivimos como si vivir nos molestara. Despreciamos las sacras actividades de dormir, comer, e incluso, de relajarnos. Vivimos con los colmillos temblando por el hastío, pero con ellos bien a fuera; sino pregúntele a cualquiera. En estos tiempos en los que uno soporta, por su propia acción, un peso semejante, tiende a confundir las cosas, a mutar lo urgente por lo importante. Cuando lo urgente avanza imparable en la escala de prioridades uno tiende a confundir su camino con algo lejano, ajeno, y a las cosas que en él halla como infieles trabas.

 Sin embargo, no hay mejor para deshacer un gran problema que conocerlo en profundidad. Lo que está claro es que esta situación sólo es buena cuando acaba, por ello, buscar un camino diferente que nos permita encajar lo urgente en lo importante se aparece como una alternativa necesaria.

Nosotros, por nuestra parte, seguimos el dicho que dice: A quien continúa a tu lado en exámenes, nunca has de perderlo.
Aquí nos tienen, treintayocho ya, sin sombra de duda.

El valor de las opiniones.

     David Álvarez García 

 -Mientras machacaba a aquel chico, lo que en realidad quería era meterle una bala entre ceja y ceja a todos los osos panda en peligro de extinción que no se decidían a follar para salvar su especie, y a las ballenas y delfines que se dejaban morir embarrancando en las playas.    
  No pienses en términos de extinción. Considéralo una reducción de plantilla. – Chuck Palahniuk, “El club de la lucha”.   

Hay muchos factores históricos y sociales a los que podemos aludir para referirnos a este nuestro tiempo: desencanto democrático, decadencia espiritual, corrupción política, pluralismo moral, globalización, etc. Pero ninguno de ellos me parece suficientemente característico. Quizá la pérdida de confianza en la democracia y en la diversidad pudiera valernos como punto de partida, pero pronto comprobaríamos su insuficiencia histórica. Y es que el quid de la cuestión es irreductible a un ámbito concreto del espectro humano. Cómo en las polis griegas, la comprensión se da únicamente en el conjunto, desde el conjunto. No obstante, hay que aferrarse a algo o encontrar el gusto en el esparcimiento y la disolución. Y precisamente en este esparcimiento generalizado podemos fijarnos para decir algunas palabras sobre el tema.

Mucho se ha dicho sobre el “todo vale” y aun quedará mucho por decir. El relativismo encuentra su límite en el sentido común, pero éste ya hace mucho que es relativo a la cultura. Los  intentos de universalizar este sentido no han podido superar la barrera de la crítica antropológica. Los valores hoy aceptados como fundamentales del hombre son una galantería de debilidad vital que a los ojos de una imaginaria Natura indiferente no dicen nada tranquilizador de nuestra especie. ¿Cuántas son las especies que el mundo ha vomitado, regurgitado y finalmente digerido convirtiéndolas en nutrientes inertes de otras funciones vitales? Cuán fácil es refugiarse en esta cosmogonía de los ciclos, y tanto más cuanta más información almacenamos en nuestras viejas alforjas. La información y la comunicación explicita y aparentemente exacta de la misma genera naturalmente una ilusión de grandeza por comparación, que a su vez choca de frente con la insignificancia de nuestra presencia en ausencia de Dios. Por otra parte, la información que vemos circular es pura ilusión de realidad. Estamos en el enésimo piso de la torre de Babel.

El cambio en nuestra perspectiva sobre el mundo –desde estas alturas históricas- es una constante de nuestra existencia. En el siglo XIX, gracias al optimismo técnico tan propio de aquellos años revolucionarios y belicosos, se dio a ese cambio constante el nombre de progreso. Ello implicó el concepto de mejoría lineal; de que en general, el hombre se esfuerza y trabaja por mejorar un poco cada día, cada año, cada siglo. La idea de que

RECUERDO DE UN SUEÑO QUE FUE REAL

Ernesto Rodríguez Vicente

Ella caminaba con los pies descalzos por la calle. Solitaria y blanquecina, posaba su mirada sobre las sombras de la noche. Sus labios sonreían con una timidez casi nostálgica y sus manos frías temblaban con el deseo de su presencia. Él, turbado y sorprendido, recorría la casa rebuscando en los armarios las últimas prendas para el viaje. La hora se oxidaba en el reloj y el estrés ascendía por sus pulmones, mientras ella se mordía la lengua para que la sangre calmara su sed.

No había por qué preocuparse, el viento soplaba a favor y, en el clamor de la distancia, sus almas dibujaban en el vacío el mágico momento en el que sus cuerpos se enlazaran como dos olas de espuma en la orilla del mar. Un breve silencio se extendió entre los corazones de los amantes y el pulso de arena se transformó en un río en el desierto, y en la corriente de cristal sus miradas de vapor viajaron en la oscuridad hasta la ciudad de plata, donde la sidra empapaba las plazas que esperaban la llegada del alba.

 Y cuando el café y los dulces saciaron sus párpados nublados, el viento de sal y esperanza les encaminó hacia la playa de canela. Allí la húmeda luz del tiempo embriagó sus resecos pesares y un leve pero intenso suspiro atravesó sus temblorosos espíritus, y en un beso de incienso y ambrosía se deslizaron en el aire todos los recuerdos, olvidando en un instante la cruda pesadez de la muerte.  


Paisaje – Paseo marítimo, Gijón.  

Susurra la sombra de espuma
Alrededor de la ciudad de plata
Y mueve con su voz desnuda
El tenue fragor de la luz escarlata

Peinan las olas los cabellos de agua
Y las aves sesgan el viento
Brillando como blancos cristales de hojalata
 Que tintan de olvido nuestro silencio

Límpidos, límpidos son los resquicios
Que la mar deja en tu mirada
 Y el tiempo que se asoma al precipicio
 Camina descalzo en mis palabras        


LIBERTAD VITALISTA-RELACIONAL EN SIMMEL

Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

En este artículo quiero tratar la idea simmeliana de libertad en un contexto ontológicovitalista; esto es, no vinculado a su filosofía moral y su idea de ley individual -aunque es innegable la presencia de esta noción-, sino más bien a sus ideas últimas -el escrito del que están sacadas estas ideas, Sobre la libertad, fue publicado después de su muerte-, desarrolladas en un contexto de pensamiento en el que la filosofía de la vida acapara todas sus reflexiones y temas de análisis. En este sentido tenemos que tener en cuenta que Simmel concibe al hombre como vida individual, y por tanto como un proceso psíquico, anímico o emocional continuo y dinámico, en el cual no pueden diferenciarse momentos o fenómenos abstraídos del todo vital que los dota de sentido -desde una perspectiva puramente vivencial y experiencial. La razón, con sus leyes lógicas, conceptos y categorías, sí que opera de este modo violentando la continuidad absoluta de dicho proceso-.

Simmel entiende la libertad como una relación, de tal modo que el que domina a unos no es libre, porque pasa a depender de ellos: el tirano es igual de esclavo de sus súbditos que sus súbditos lo son del tirano. A esta idea Simmel le llama "dialéctica de la libertad". Entonces para él la libertad es, más que la imposición sobre los otros, la ausencia de necesidad y la independencia respecto de todo deseo, siendo la libertad del monje budista la máxima expresión de esta noción de libertad. El hombre libre es el hombre que no produce nada ni se vincula con nadie porque en todo producir y en todo vincularse hay una necesidad de dependencia que anula la libertad. Entonces, teniendo en cuenta la posición del hombre en el mundo y la relación de necesidad que mantiene con éste y con los otros, concluye que el hombre, en tanto que dependiente del mundo y de los otros, no es libre: "No desear algo [que equivale a ser libre de todo] es un orgullo extraño y es apropiado ubicarnos en esta posición asignada a nosotros en el mundo".

Quisiera explicar cómo puede entenderse esta idea de la libertad de la relación a través de otra noción que en Simmel también adquiere un carácter relacional: la del pobre. Es pobre según Simmel el individuo que no tiene recursos suficientes para dar satisfacción a sus fines, pero que además recibe ayuda o se cree que debería recibirla. Por eso es la interacción con el pobre lo que hace del pobre un pobre, y por eso que considere que 'pobre' es una relación entre individuos y no un individuo particular. La escala de motivos para ayudar al pobre oscila del deber de hacerlo sin esperar nada del que recibe al deber de ayudar esperando que el otro reconozca el derecho de dar algo a cambio de esa ayuda.

DÓNDE ESTÁS


Te he buscado sobre truenos de piel viva
En espejos de aire sucio
En los astros fríos que mecen los rosales
¿En qué mares te meces paseando tan alegre
 Las noches de música perdida
Por el camino de una botella de alta mar
 Tan rápida como el ocaso
Y el acoso del esqueleto de los dioses?  

 U. Rojo (Canto)