DISGRESIONES DE IZQUIERDAS

 Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

De la izquierda y la juventud.

No hay compromiso más puro que el que brota de la relación entre la izquierda y la
juventud. Izquierda como idea y proyecto de cambio y juventud como agente realizador
de esa idea.

Ser joven es ser revolucionario: la revolución comparece como línea de falla producida
en el choque entre dos generaciones. Hay formas objetivas que sirven para el progreso
vital de las fuerzas subjetivas de una generación que la generación siguiente hereda y que
no le sirve para la expresión de sus fuerzas productivas. La revolución acontece como
negación de lo heredado y construcción de un nuevo legado; la revolución siempre
significa un dar la espalda a los que nos precedieron sin negar su labor para con la
humanidad, sino asumiendo que aquello que nos cedieron no nos vale ahora.
La izquierda es el deseo de cambio; la juventud, su actitud: la izquierda en estado de
realizado. La izquierda cristaliza en el espíritu del pueblo cuando la colectividad, en
estado de autoconsciencia, expresa su ser joven, que es un ser revolucionario. Hay
revolución, de nuevo, cuando la juventud se confirma como estrato rector del destino de
la época histórica o de la comunidad en una época concreta. Consiste por tanto en la
superación de las formas caducas para la manifestación externa de la energía vital, que
siempre supone una transgresión de límites -siempre quiere más, ser-más-. Esta
superación radica en la propia vida como momento de conformación de su ser vida: la
vida se desarrolla superándose a sí misma. La juventud es portadora de la energía vital
libre de forma, expresándose a sí misma desde sí misma.

En este sentido la izquierda supone la consciencia de esta superación, cuya aplicación
práctica se realiza como continua trascendencia.

La juventud es apoderamiento de vida. Y la izquierda, estrategia para su
desenvolvimiento histórico.

Del ser de izquierdas.

¿Por qué se habla de la superioridad moral de la izquierda? ¿La lucha por la igualdad, la
solidaridad, la justicia social o la libertad es sólo competencia de la izquierda? No lo creo.
Lo que es competencia de la izquierda es dotar a todos estos ideales de sentido universal
e inclusivo, dado que de por sí son palabras vacías, cáscaras de nuez que esperan a ser
conformadas y significadas. Ser de izquierdas no es luchar por la libertad, sino luchar por
una libertad despojada de intereses privados; es luchar por la igualdad y la justicia social
en España y también en Europa, en nuestro barrio y en las favelas brasileñas -coincido
con Sánchez cuando dice que ser de izquierdas es ser internacionalista-. Ser de izquierdas
es tener pretensión de universalidad para todos aquellos valores que tan ruinmente otros,
no sé si son los de la derecha o los de una falsa izquierda, han explotado y mercantilizado
hasta el absurdo.


Ser de izquierdas es luchar el presente para el futuro y vuelto siempre hacia el pasado; ser
auténtico en tanto que proyectado hacia fuera, cuidándonos de cuanto y cuantos nos
rodean: estar en el mundo siendo-en-el-mundo -ser es siempre proyecto de ser-. Y es
también mirar hacia el pasado para encontrar allí errores y ejemplos, apoyos y
escarmientos. Es por ello que tiene tanto sentido hablar de que se 'es' de izquierdas: de
izquierdas se 'es' y no puede serse sin 'ser', sin cuidarse y sin proyectarse, sin pensar el
ser.


Del sujeto de la izquierda.
 
La izquierda es, lo hemos visto, internacionalista o universalista. La izquierda protege al
obrero en tanto que obrero, no en tanto que individuo: el sujeto de la izquierda es sujeto
colectivo. Es un sujeto colectivo que tradicionalmente se dio en llamar proletariado,
aunque con el acelerado desarrollo de los acontecimientos durante los dos últimos siglos
sería necesario para el devenir futuro de la izquierda -para sus planes de liberación, para
su revolución, para su propuesta política de cambio- redefinir el sujeto colectivo sobre el
que se funda su pensamiento.

Es el sujeto enajenado, que vive fuera de sí porque no crea para sí, que no posee nada y
necesita de todo, que trabaja para otros y que viviendo para trabajar -y no trabajando para
vivir- vive por otros y de otros, con la conciencia puesta en otros que no soy él y que
piensan por él. Es el sujeto oprimido por poderes que él mismo ha creado y se le han
impuesto: es sujeto trágico, pero no héroe trágico. Es sujeto trágico porque crea aquello
que le destruye, pero no héroe trágico porque es incapaz para la acción revolucionaria. El
sujeto colectivo necesita del pensamiento de izquierda para convertirse en sujeto
revolucionario.

A este respecto la izquierda cobra un papel fundamental para el desarrollo histórico en la
medida en que se hace necesaria su aparición para que el sujeto llamado a ser sujeto
revolucionario -de acuerdo con sus lamentables condiciones de vida- pero todavía
solamente proyecto de sujeto colectivo -y es que ni siquiera posee, sin un pensamiento de
izquierdas que le proporcione indicios de sus lamentables condiciones de vida, conciencia
de clase o de grupo oprimido- se confirme y actualice como tal.
La izquierda en tanto que pensamiento es la condición de posibilidad para la construcción
del sujeto revolucionario.

De qué es la izquierda.

Lo acabamos de decir: pensamiento, idea de cambio; ideología si como Hannah Arendt
entendemos el concepto tal cual se nos presenta, esto es, como la lógica de una idea. Pero
a diferencia de lo que piensa Arendt sobre la ideología en términos generales, la izquierda
es pensamiento emancipado en tanto que pensamiento emancipador y pensamiento
subversivo, no en tanto que emancipado con respecto a la experiencia. La izquierda es
pensamiento emancipado y emancipador precisamente porque es pensamiento sobre y
con la experiencia: el pensamiento de izquierdas piensa la realidad para la transformación
de la realidad. La izquierda piensa la realidad -las condiciones efectivas de existencia del
ser humano en un contexto histórico concreto-, y pensar la izquierda es realizar el
pensamiento de izquierda, esto es, practicar la teoría. Y sólo pensando la izquierda,
realizando la teoría, se completa en proceso revolucionario de la izquierda; son necesarios
el pensamiento subversivo y la conciencia crítica, pero sólo como puntos de partida para
la verdadera tarea revolucionaria, que es la puesta en práctica de lo pensado. La izquierda
sin acción revolucionaria es pensamiento utópico -utópico porque revolucionario en
proyecto de ser, porque deber ser que debería ser lo que es pero todavía, todavía, no es-.
La izquierda es conciencia subversiva de la realidad acompañada de pensamiento crítico,
y sólo cuando a esta representación de la realidad le sigue un programa para la acción
revolucionara la izquierda cumple su misión histórica: como vehículo de cambio. Y la
izquierda como vehículo de cambio es vehículo y expresión de la democracia, que no al
revés. Como dice Pablo Iglesias, "[a] quien se debe lealtad histórica no es a la izquierda,
sino a la democracia"; la izquierda es solamente una de las formas de expresión de un
deseo de cambio más profundo, de una visión radicalmente subversiva de la realidad que
es la democracia. La izquierda morirá, quizás, algún día, pero la democracia siempre
pervivirá; y allí donde haya democracia habrá posibilidad de cambio.

La izquierda es una forma de pensamiento que cuando se institucionaliza tiende a
cristalizarse y a perder su fuerza de cambio. La democracia, a diferencia de la izquierda,
es pensamiento que sólo en su institucionalización se vuelve efectivo. La izquierda tiene
la tarea de introducir el pensamiento democrático en las instituciones pero, una vez allí,
dejar paso a la democracia y morir como sistema de izquierdas. Si la izquierda no ha
triunfado verdaderamente o si ha fracasado en sus intentos de cambio es porque no ha
sabido leer correctamente su papel para la democratización de las instituciones, que es la
democratización del espacio público y, por ende, de la vida social y política. Un espacio
público democrático y democratizado sólo es posible a través de la izquierda como
vehículo de expresión capaz de propagar el pensamiento de cambio en las actuales
condiciones históricas.

Como señala Juan Carlos Monedero, la izquierda es un aire de familia al estilo
wittgensteniano: no hay personas de izquierdas, sino ideas, programas, acciones de
izquierdas. La persona de izquierdas, igual que la institución de izquierdas, consiste en
una cristalización de la izquierda en la que toda la fuerza y el sentido del pensamiento de
izquierdas han sido anulados.

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