Canción de Amor y Muerte.

· A UN DELICADO ERROR DEDICADO ·  
“Tan valiente y tan cobarde mi canción, que siempre llega tarde para pedirte perdón,  con esta pobre y vana pretensión de pagarte con palabras las deudas del corazón.” Sharif el Increíble 

  Aunque no me creas,
no necesito follar y que me falle el fuelle de mi pecho, en falla desde hace tiempo.
O, si lo entiendes mejor así: necesito un chocho que me escuche, me achuche con toda fuerza,
 una foto con hoja de lechuga entre los labios que me alegre la vida cuando supuro limo verde.
 La marta solo cabe en este texto como el mustélido que se ha comido mis posibilidades,  
y es que no merece más espacio que el rincón gris de dos tristes versos.   

Cometí un error al decir la palabra «perfecta» y ahora no sé repararlo con otras palabras.  

Aunque no me creas,
No quiero lo perfecto, lo ‘hecho hasta el final’;
prefiero la complejidad de lo complejo, ‘lo enlazado por completo’,
 perderme en el complicado nudo de los nudos de un pecho desnudo,
 y no en un hermetismo orquestado que solo se abra al desconcierto. 
No quiero una media naranja que sea jugo ácido en mi herida; y tú, 
¿cuántos príncipes azules vas a besar para que no te salgan rana?  

Podría ser Neruda (quien dice Neruda, dice un cualquiera)
 y hablar de tus ojos como de dos faros, esta vez sin susurros, 
 que guían esta balandra en tormenta de sentimientos.
Pero yo no soy eso, yo no soy así
, a mí NO me gusta cuando callas, porque estás como ausente.
Porque tus ojos son dos ojos,
 que son tiernos cuando tornan a un lado, tímidos,
que son bonitos cuando ríes y ellos ríen, 
 que son tristes cuando trasteo en mis cicatrices, 
que dan miedo en medio de una discusión, 
etcétera.   

Aunque no lo creas así,
 podría usar mil y una metáforas porque sé, pero no diría nada,
 prefiero ser real y demostrar lo que siento en actos tontos,
 como escribir mi primer poema de amor y hacerlo mal porque no sé. 




· AL VERANO ·  

Diría una verdad de cielo abierto y, en el mármol, luz cálida reflejada; una verdad de flores vitales aunque marchitas y flores mezquinas aunque frescas. Pero es en el silencio muerto de la guardia de cipreses, en otro día del sauce, en la rutina de la pala, donde encuentro el descanso. El aire se mueve y está hecho de almas; largos vestidos de viento arremolinan las hojas caídas cuando fríos pies etéreos se deslizan por el piso. La luz de los faroles alumbra un mundo infantil, entre lo real y lo imaginario, que juega al escondite con las sombras si es que sombras son.  Me tumbo, no en mi tumba, y descanso. Aún queda para el eterno, le digo a un ángel que llora lágrimas tristegrises de tiempo pasado. Espero, sin esperanza, a una chica de carne y hueso, que valga su peso en alma, pero nada; mi ánima está desanimada. Además, este lugar está muerto.

Lorenzo Ko

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