Nº 35

FEBRERO DE 2016


Nota editor.

Vibra el aire allá afuera el canto interrumpido de la llegada del cambio. Un cambio
que llega, mas yo creo que nada más puede llegar que el cambio, así que si este les asusta,
habrá de ser uno grande.

Sin embargo este país, como decían del ave de Minerva, siempre llega tarde. Las
cosas aquí llegan, frenarlas fuera de las manos de las fronteras queda, pero aun cuando ya
invaden nuestra casa y ocupan cómodamente el sofá más precioso de nuestra sala,
negamos que hayan llegado, negamos que ya formen parte de nuestra vida y la determinen
de algún modo, sino que asumimos, como quien percibe una sombra, que van a llegar,
cuando no le tratamos de descubrir al mundo que no podemos usar ese sillón porque ni
siquiera existe.

Un asumir que no lucha contra la ignorancia, pues nuestro aire de vibrar no cesa,
sino contra un negar la realidad cuando ésta escapa a nuestra representación de ella. En
fin, una enfermedad política que no nos permite actuar, sino tan solo representar.
Treintaycinco ya, sin parar de pensar en el vivir y de gritar el pensar para incitar.

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