Ajeno y presente.

Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma.
F.Luis de León

Oda I
Lamento de un ángel

Muy muy lejos de aquí,
en un lugar perdido en el olvido,
te vi una vez sonreír;
¡ah, quisiera estar vivo
para el mar poder cruzar contigo!

Ya no tengo esas manos,
vago sueño es ahora mi recuerdo
y mis viejos hermanos
han servido al infierno,
donde quise estar, ya hace largo tiempo.

¿Pero qué fue la vida
para mí, más que un trago de agua turbia,
una triste partida
bajo el Sol y la lluvia,
una llama enterrada entre penurias?

¡Ay, si yo al fin pudiera
despojar de mi ser todos los restos
de aquella sensible era
y hacer del mal supuesto,
del estigma que se hunde en mi reflejo:

una nueva esperanza
de sentir en otro cuerpo inocente
la azul y gran bonanza
de la luz, vil presente
de los dioses que ya no me comprenden!

No sería esta herida,
ni este interrogante mi llanto eterno,
ni al temor temería,
ni siquiera en silencio
osaría habitar este desierto.

Dichoso paraíso,
acechante claridad inservible,
bello lamento extinto
de mi esencia invisible,
¡vacío anhelo del fuego terrible



Oda II

Es todo tan sencillo:
las personas, las palabras,
las sombras entre calles
abarrotadas de ambición,
los pájaros de espuma
bajo la luz matinal,
los gatos de inquietos ojos
hacinados en la vieja mansión,
las moscas, desnudas,
revoloteando en el establo
sobre los harapos y vestidos
de los perros putrefactos
que yacen olvidados,
mientras los brillantes peces
llenan sus bocas
de una espesa niebla
que inunda sus cabezas
de un blanco casi gris,
lentamente vertido
en sus tiernos corazones.

Y es que es todo tan sencillo
que hasta la misma niebla
se estremece.

E. Rodríguez Vicente

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