DESEVOLUCIÓN


Preferiría la paz más injusta
a la más justa de las guerras.
Cicerón

13 de Noviembre

Hoy urge en París honrar a los caídos,
los culpables se han proclamado inocentes,
inocentes y estultos hombres de fe...
Vuestro Alá es la vanidad de vuestro nombre,
vuestro apellido es la ruda forma del engaño;
fanáticos y pobres ostentáis la opulencia:
las copiosas ruinas del futuro que os depara,
el crudo trance del cocido que os señala
y el dulce trago de la amarga palabra.
Muerte,
muerte en las calles insomnes,
ojos, miles de ojos que sangran de frío,
helados por el terco gesto afilado
que corta la leche materna.
Café, café para los hijos perdidos
en la espesa taza de la información,
rendidos, a fin de cuentas, ante el temor,
temor que hoy agoniza de indiferencia.

Se avecina una santa masacre,
feroces e intolerantes lanzarán su misiva
pues no es solo codicia sino ira
lo que indigna a las viejas heridas;
ira, ira por Siria y por doquier,
ira por el exilio y la venganza,
ira por la pobreza y el destino.
El incendio inunda la esperanza
ahogada en las cenizas de impotencia,
donde hace escala la vergüenza
y el parloteo de los altos procuradores,
resueltos, una vez más,
a defender sus necios intereses.

Oh, aún recuerdo a los dioses del pasado,
el futuro Marte hoy acoge en el silencio
a sus dos hijos engendrados por la Acidalia,
Venus vomita un Cupido endemoniado.



...

No hay razón para la guerra, nunca la ha habido. Tan solo hay personas hechas
para la guerra, movidas por intereses materiales impuestos al espíritu más débil (la
inocencia) y exaltadas por el disuasorio discurso político, la corrupción publicitaria y el
vano propósito de mantener el orden natural. La necesidad ya no es lo que era, hoy está
colapsada por inmensos torrentes de información y la memoria de los hechos
impersonales se está volviendo vulgar y, cada vez más difusa y espontánea. Se ha perdido
el contacto profundo con las realidades de nuestro tiempo (si es que alguna vez lo
tuvimos), las conversaciones se precipitan en la estupidez y la ironía, y, aun las más
solemnes y mesuradas, acaban por perderse entre la niebla... Entonces, pensamos en el
arte, en la poesía, en los hombres que asumen y se enfrentan al tiempo, y nos
sobrecogemos al presenciar el masivo espectáculo de la palabra, la crítica y el teatro.
Deducimos y tamizamos la sustancia de los símbolos, de las formas que más nos atraen,
y con ello apenas logramos dar luz a un pequeño manifiesto de principios inamovibles.
Es absurdo creer que las reglas están impuestas en favor a la mayoría, pues la mayoría no
es una fórmula estable sino, más bien, una esencia aleatoria que divaga entre posibles
consecuencias. Por ello, solo podemos afirmar que la analogía humana es el producto
defectuoso y progresista del conocimiento; somos neciamente retóricos y, aún más necios,
sabiamente retrógrados. Esto implica la incapacidad del ser humano para evolucionar en
una línea racional, en todo caso sería reacional, y, por tanto, se requiere entonces una
masiva expansión ideológica sustentada en la estimulación de la conciencia, lo cual,
siendo objetivos, solo se puede conseguir utilizando los mismos medios que el Estado
utiliza para contaminar y confundir a la sociedad: la corrupción publicitaria, el discurso
poético-político y el vano propósito de mantener el Orden y la compostura ante el Caos
humano.

Para ser razonable no hace falta promulgar una verdad oculta entre mentiras. Lo
que hay que hacer es darse cuenta de que la única verdad que existe es la muerte, y en
base a ella, todas las luchas por la supremacía de unos pocos quedarían reducidas a lo
absurdo, porque: si vamos a desaparecer en la nada, ¿por qué tenemos que ser dueños de
todo?¿Por qué tenemos que ser Dueños, por qué no podemos ser Servidores de un Ideal
que supera nuestras condiciones y convicciones materiales?¿Por qué no podemos
conciliarnos sin aunar diferencias? Esta claro que somos imperfectos, nuestra idea de
perfección es tan tangible como inhumana; pero, a pesar de todo, la fe y el deseo nunca
dejarán de producir monstruos invisibles y ejemplares para los hombres.

La vida es una gran tragicomedia en la que hay hombres trágicos, dispuestos a la
guerra, y hombres cómicos que asumen, formulan o predican la paz. Entre ambos, solo
se escucha la dispersa masa de ruido que nos gobierna. La desevolución existe porque la
evolución material nos conduce a un incipiente apocalipsis.

Ernesto Rodríguez Vicente

No hay comentarios:

Publicar un comentario