El astrónomo hizo, entonces, una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso
Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó por culpa de su vestido. Las personas grandes son así.
Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco obligó a su pueblo, bajo pena de
muerte, a vestirte a la europea. El astrónomo repitió su demostración en 1920, con un traje muy
elegante. Y esta vez todo el mundo compartió su opinión.
El Principito. Saint-Exupéry A.
No me caéis bien, no es algo que esconda. No os invitaría a presenciar ningún
aspecto de mi vida privada y mucho menos a compartirlo. Seguramente esperaría a que
os apartarais por vuestros propios motivos del espacio que yo ocupo para continuar con
el curso natural de las cosas. Pero esto no es algo que me haga feliz, soy consciente que
esta aversión sólo me causa problemas a mí; exceptuando el extraño caso en el que una
persona grande necesite algo de mí y yo trate de que no lo obtenga siguiendo tal aversión.
Es un tema que me preocupa, porque tenéis la mala costumbre de llenar las calles
y de ocupar los espacios públicos y no paro de estar rodeado de vosotros. Por ello he
comenzado buceando en el inicio de tal sentimiento, de la mano de aquellos que lo
comparten; los niños. ¿Qué es aquello que os rodea que tantas ganas de evitaros produce?
Creo que dos cosas: la autoridad y la condición de extraños al mundo que los niños
ocupan. Podemos acercarnos directamente a la primera característica, así que
centrémonos en ella antes de proceder debidamente con la segunda. Aún no tengo mucho
que decir, pero creo que lo que más aversión produce de la autoridad es la situación de
dominación, el saberse en todo momento bajo la voluntad de otra persona.
Cualquier niño o niña sabe que sus padres suelen ser afines a sus deseos y
preferencias, lo que podríamos nombrar como una arbitraria tendencia a cuidar de los
intereses de su sometido; no olvidemos que nos encontramos dentro de la visión no muy
benévola de un infante. Pero de forma igualmente arbitraria en ocasiones se plantan y se
vuelven contrarios a estos intereses. Uno no puede fiarse de ellos. Por ese motivo,
sostengo, cuando uno va creciendo y va dándole mayor importancia a sus hazañas
descubre que algunas de ellas tendrán mayor margen de éxito si las hace fuera del alcance
de la intervención de sus padres. No piensen en las típicas trastadas, ni en aquellas cosas
que avergüenzan, sino en aquellos experimentos que uno realiza con intención de
comprender algo más el mundo, pero que intuye que no van a gustarles a la autoridad,
aunque nunca esto se compruebe.No me agradan, ya lo saben, así que si necesitan
ejemplos de las acciones descartadas y de la resaltada y no los encuentran en su memoria,
deténganse lo que consideren hasta que me comprendan hasta el punto que quieran.
Aunque no lo haya expresado nunca de forma explícita, me apoyo en el supuesto
de que el ámbito en el que cualquier ser humano desarrolla su vida depende en su nivel
ontológico de lo que esa persona conozca o piense que es la realidad. No puedo detenerme
ahora en ello, con lo necesario que sería, tan sólo quiero señalar que no hablo acerca del
ser de las cosas, ni de ninguna condición de la realidad, sólo a aquello que cada persona
llama realidad, desde su propia subjetividad; su realidad. Aunque no acierte a decir qué
es aquello distingue a los niños, las personas pequeñas, de los mayores, las personas
grandes, creo que no es necesario demostrar que ambos grupos son diferentes. Esto es
porque los individuos que conforman esos grupos son diferentes, lo que nos lleva a
afirmar, desde el supuesto anterior, que el mundo de las personas pequeñas y de las
grandes no es el mismo.
Cuando estamos rodeados de personas de confianza, de amigos, de carnales, todo
suele marchar bien; háganme el favor y piensen en el momento más distendido que tengan
con los suyos, no en el más precario. Se comparte una memoria común, conformada con
todas las experiencias comunes, y una serie de códigos de conducta que son respetados
por todos. Casi toda acción tiene un protocolo común que no se menciona, pero que sí se
activa a la mínima muestra de necesidad; piensen en lo que hacen cuando se dan cuenta
de que alguno de sus cercanos necesita algo y ustedes pueden facilitárselo. Bien, esto es
sólo aplicable a los cercanos, a aquellos que comparten un mundo. No digo que usted y
sus carnales sean iguales y vivan en el mismo mundo, pero sí digo que usted y sus carnales
tienen un mundo que comparten. Si buscamos tal relación en círculos más amplios vemos
que se repiten patrones, como cuando usted está en cualquier tipo de actividad social en
la que no conoce de antes a nadie pero al poco descubre que tal persona comparte alguna
afición o pasión con usted y de pronto ustedes se alían frente al resto. También es cierto
que cuanto más cómodo y complacido se encuentra uno en una situación más le molesta
que esta acabe o cambie; y más se molesta con aquello o aquel que produce tal cambio.
Es por todo ello que podemos preferir que la autoridad no haga cambiar aquellas
situaciones a las que son extraños, es decir, que dependiendo con la regularidad con la
que estemos en un mundo en el que las personas grandes sean extrañas, preferiremos más
o menos evitar la presencia de este grupo de personas.
Visto el problema de esta manera hemos de detenernos en un hecho ineludible, las
personas grandes, normalmente, comienzan por ser personas pequeñas y la personas
pequeñas, normalmente, acaban siendo personas grandes. Si alguien pensaba que mi
planteamiento es reduccionista, ya que reduzco la humanidad a dos grupos, que se
congratule, mis dos grupos son sólo uno. No me voy a detener en las excepciones. Si no
hay grupos diferentes, ya que la gente cambia de “tamaño”, ¿a qué se debe estas
diferencias tan influyentes en las relaciones humanas? Sin entrar en considerar la
necesidad de superación de los machos alfa por sus hijos, debido a la deterioración propia
del envejecimiento, o cualquier otra explicación cercana a lo relativo a nuestro carácter
animal, creo que lo que nos hace ser merecedores de ser reducidos a un grupo o al otro
depende más bien de un factor social.
No voy a poder llegar mucho más lejos en este artículo, pero creo que aunque no
haya una manera de ser indígena de todos los mundos, si creo que se pueda llegar a ser
un explorador no incómodo para los indígenas. Un ente curioso que respeta tanto esa
curiosidad que comprende que hay objetos de estudio que no permiten ser estudiados
cuando son vulnerados o se sienten en peligro de serlo. Ya sea por tratar de saciar esa
curiosidad o por el hecho de desear comprender a todo el mundo, algunas personas crecen
y no se convierten en personas grandes, en tanto que nadie siente que vulneren su mundo
aquellas que podríamos llamar pequeñas. Igualmente, las personas grandes sienten que
las personas pequeñas no pueden ser incluidas en su mundo.
Creo que lo mejor que puedo hacer con mi aversión es tratar de no ser ni una
persona pequeña, ni una persona grande, sino un explorador; aunque por motivos
egoístas, no virtuosos. De esta forma podré desarrollar mi vida en presencia de unos y
otros, sin paralizar mi ritmo porque a alguno le guste estar allí y no se valla. Aun así,
algún día habré de volver sobre este asunto y explicarles qué creo que son las personas
grandes y por qué no me gustan, quizá a alguno de ustedes les interese saber qué es una
persona grande.
Carlos Esteban González
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