oscuro, enigmático e infinito, personificando la no-materia
y La Tierra se hunda en sí misma, transformándose en una estrella más,
nosotros, seres de gelatina y gas, ascenderemos a la nada: el no lugar que tanto anhelamos.
Cuando las gaviotas se desorienten en las nubes,
gordas, turbulentas, mutables, disfrazando el cielo de nieve
y el mar se sienta perdido, convirtiéndose en un náufrago de sí mismo,
nosotros, seres de piedra y luna, nos sumergiremos en un pozo inacabable.
Cuando las santateresas se petrifiquen en el musgo
mullido, cansado, humedecido, perfilando sus espinosas patas hacia las nubes
y la arena se desplace sepultando sus propios temores,
nosotros, seres de rocío y fuego, involucionaremos hasta la eternidad.
Cuando las cuevas se precipiten al vacío de sus propios recovecos de flores,
abruptos, agradables, sensuales, perdiéndose en las memorias olvidadas del musgo
y las ratas se apoderen de los divanes y los colonoscopios,
nosotros, seres de sangre y pintura, volaremos en el espacio, que no en el tiempo.
Cuando, cuando, cuando, cuando...
Corrientes que se desplazan en el futuro (que ya ni es presente ni pasado; que es ya.)
esperando a su mentirosa compañera de cita
apodada “la que nunca llega”, pues, maleducada, nunca llega;
Corrientes que resignadamente desesperanzadas esperan sin esperar,
que se dicen “ Las profecías ya no nos valen ¿a quiénes le valdrán? ¿a qué ilusa alma una
inútil espera podrá conquistar?”.
Zambo
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