La escopeta nacional.

En un primer momento pensé en el título Ésta legislatura se me está haciendo demasiado
larga. Un título largo y pesado para una situación aún más larga y pesada. Pero luego La
escopeta nacional como parodia del esperpento, parodia de lo que vengo a denunciar, de
la tremenda cacería a la que asistimos sin invitación previa, porque nosotros somos las
piezas. La escopeta nacional. La caza de negocios. Los cotos privados. Yo pago las
perdices señor, le pido que lo tenga en cuenta. Ministros corruptos, marqueses estúpidos
y siervos ignorantes. No se olvide usted del favor que le estoy haciendo. Clientelismo. Un
favor por otro favor. Industriales venidos a menos y mira a ése constructor que después
de la cena se levanta de la mesa y les habla a todos del futuro venidero del ladrillo y de
los nuevos súper-ricos. Concesión de terrenos. Explotación de parajes naturales.
Recalificación. Expropiación a pequeños propietarios. Míseras recompensas y
gigantescos beneficios. Vamos al cincuenta por ciento, mi amigo y yo. Desmesurada
producción de inmuebles. Burbuja. Champán. Masacre social. La escopeta nacional y un
tiro en la nuca.

El hombre no necesita un hogar, necesita un refugio. Si conseguimos convencerles de esto ganaremos
billones.
La montaña sagrada, Alejandro Jodorowski.

Ésta legislatura se me está haciendo demasiado larga.

Se van a ir (porque se irán, ¿no?) después de habernos desangrado hasta los bolsillos. No
habrán tomado el Congreso a punta de pistola, pero joder, su mayoría absoluta se me ha
parecido más que nunca a un cruel y tiránico golpe de Estado. Ya me da igual que cada
uno de estos canallas se vaya con un sueldo vitalicio, con un puesto en no sé qué empresa
privada que ellos mismos ya se han encargado de privatizar y financiar y con el dinero de
las arcas públicas, con el patético orgullo de saberse los vencedores (¿vencedores de qué,
si sólo han habido vencidos?). Ya me da igual, te lo juro; quiero que se vayan; y cuanto
menos rastro queden tras de sí, mejor. Vendrán otros, no sé si más honrados o más
ladrones, pero otros con otros ideales y con nuevas esperanzas. Joder, tanto tiempo
reflexionando sobre política y sólo me interesa que la sociedad recupere la esperanza...
cuántos palos nos hemos llevado, ¿eh? No sé... pero yo ya me he cansado, ¡no puedo más!
Estoy harto de corruptos y de corrupción, de políticos de pacotilla que luchan por
mantener el poder a costa de quien sea y caiga quien caiga, de leyes inútiles que no nos
valen para nada y de ridículos presupuestos que no satisfacen nuestras necesidades.
Porque ésa es otra: ¿de verdad piensan que nos vamos a creer eso de que el rescate de los
bancos es el rescate de las personas? No nos toméis por tontos, por favor.



Ésta legislatura se me está haciendo demasiado larga. No sé a ti, lector.

Acabará, como acaban todas, y dejará como herencia un país en llamas, una sociedad
sangrante y atravesada por la mitad, una juventud atrapada en un presente horrible y sin
futuro, una tercera edad cada vez más pobre y cada vez más sola; un bien común picado;
una política raquítica y fea; una ciudadanía enfadada y aburrida. Se irán, supongo que se irán, pero éste desastre sólo lo arreglamos entre todos, si es que algún día conseguimos
hacerlo.

Ésta legislatura, éste dolor en las entrañas; el cabreo y la ira, la estúpida risa y la lágrima
tonta.

Quieren ponernos mordazas porque empiezan a agitarse y a tener miedo, a encontrarse
incómodos en sus cómodos sillones y a forzar la postura; a gritar y a vociferar como
bestias, ya que no saben hacer otra cosa. Quieren ponernos mordazas pero no van a poder,
¿verdad que no?, ¿verdad? Llegan los muy caraduras y juegan a eso de vamos a contar
mentiras, vamos a contar mentiras tralará: los salarios van a subir, bajaremos los
impuestos, vamos a crear empleo tralará y la sociedad se va a recuperar. Juegan a ése
juego, te lo juro, nos dicen todo eso, los he visto, fingiendo su peor sonrisa, hablándole al
corazón porque la razón hace tiempo que dejó de escucharles, y disimulando el interés
general. Pero en cuanto nos damos la vuelta para volver a nuestras vidas (que demasiado
tenemos que aguantar, mi queridísimo lector), apagamos el televisor, cerramos el
periódico y silenciamos la radio; cuando nos refugiamos en el calor de nuestro hogar y de
nuestra familia que es lo poco que nos queda y lo poco en lo que todavía creo y aun así
bajo amenaza, les ves correr despavoridos y sudando hacia Bruselas, te lo juro, los he
visto, con el rabo entre las piernas y arreglándose la corbata, con los brazos en posición
de súplica, los he visto, a decirles a sus jefazos (currela, jefecito, jefe, jefazo; ya sabes), a
los que de verdad mandan, que todo era mentira; y que los salarios seguirán bajando, claro
que sí, que los impuestos no sólo no bajarán sino que van a subir más, por supuesto, que
ya veremos a ver si podemos crear empleo mediocre, insano y barato, lo mejor para los
nuestros, cómo no, y que el poder adquisitivo de la ciudadanía seguirá bajando hasta que
nos proporcione un beneficio óptimo.

Y es que hay que ver cómo es la estrategia política de los políticos que llaman populistas
a otros políticos que dicen vienen del lejano oeste la casa del Padre ¡cuidado ciudadano
que estos vienen a destrozar la economía a y secuestrar la democracia! (pero qué
economía y qué democracia si vosotros solitos os las habéis cargado en tres años de
legislatura malditos farsantes) ¡cuidado con los fascismos y cuidado que son unos
totalitaristas! dicen ellos, los primeros, los del culo mirando hacia Bruselas, ellos son los
que hablan de demagogia cuando tienen la lengua bífida, ellos de totalitarismos y
fascismos cuando ejercen y legitiman su poder centralizado con una atroz violencia, ellos
dicen de populismos cuando su trabajo es planear el próximo engaño con que explotar al
pueblo.

Y puestos a llamar al pan y al vino vino, vamos a ver: allí donde vosotros veis movilidad
exterior yo veo fuga de cerebros, aquello a lo que llamáis competitividad yo lo llamo
explotación del trabajador (porque la competitividad que vosotros aseguráis y por la que
anheláis es la competitividad entre los empresarios, propietarios o capitalistas, llámalos
como lo quieras, son los mismos. Y las medidas que aseguran la competitividad entre
empresarios son totalmente contrarias a las medidas que aseguran la dignidad y
protección del trabajador: cuando una empresa tiene mayor capacidad de movilidad
geográfica los trabajadores tienen mayor facilidad para perder su puesto de trabajo y
menor capacidad para negociar sus contratos, por ejemplo). La austeridad, ésa querida
compañera que os ha seguido desde que empezó vuestra legislatura y nuestra condena, es empobrecimiento de la población, y la flexibilidad empresarial, otra vez con lo mismo,
inseguridad obrera. La pobreza energética, la última de vuestras grandes victorias, es
pobreza; ni más ni menos. Y no me digáis que si los niños están gordos y tienen que
comer menos, que si los salarios están mejorando progresivamente, que si el poder
adquisitivo de las familias aumenta... Bueno, y la salida de la crisis es la salida de la
recesión; anda que no queda todavía para que empecemos a notarla en nuestros bolsillos.
Estos cafres, ésta gentuza que nos pone la soga al cuello, la mordaza en la boca y grilletes
en las manos, ésta gentuza que grita que se jodan en el Congreso y todavía espera que nos
mantengamos sumisos (¿y no lo estamos haciendo? Cállate, no dices más que
estupideces; sólo eres un crío. ¿Quién me habla? Cállate), estos cafres, decía, viven en su
propia burbuja de goce y desenfreno. Se han creado su propia realidad a costa de nuestro
sufrimiento; y la realidad de la calle, la de la insignificante mayoría, la de los olvidados
y los desterrados, la realidad proletaria (ninguno nos escapamos, lector), les importa un
pimiento. Nos explotan y aún tienen los santos cojones de decir que legislan por y según
nuestro interés, que es el interés de todos. De todos menos ellos.

Haces ideología estarás pensando, mi querido lector. Y yo te responderé que sí, que es
posible, ¿pero es que acaso podemos vivir sin ideología?, ¿acaso sin interpretar
(apropiándonos de ella) la realidad en que vivimos?, ¿acaso no hacen ellos lo mismo
multiplicado por mil desahucios, por diez mil niños hambrientos, por un millón de jóvenes
sin futuro, por un país entero que se nos va al garete? Y también haces demagogia, dirás
ahora. Sí, también hago demagogia. Pero es que ya estoy muy cansado, casi tan cansado
como cabreado. Y sólo en la demagogia mi cabreo se hace goce, mi ira regocijo; porque
en la demagogia los desnudo de mentiras y los muestro tal cual son: patéticos y ruines.
¡Estoy hasta los huevos, lector, hasta los huevos! España va bien... sí, va bien para los de
siempre. Porque no me cabe ninguna duda de que son los mismos de siempre, claro; los
que nos dominaron, los que nos dominan y los que nos dominarán por los siglos de los
siglos sea en ti mi gloria Señor Jesús... amén... Guarda mi alma en tu Gloria señor mío y
deja que mi cuerpo sea pasto de los buitres. Haz de la vida de aquí sufrimiento si me
prometes una vida eterna en ti. Si es tu voluntad que yo pase hambre y que mi hijo pase
frío y que los míos vivan con miedo que así sea Señor, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y así una vida entera de ruegos egoístas, de súplicas tristes, de dioses de la
explotación.

Y mejor estarse bien calladitos y con la cabeza bien agachadita para que no fallen los
golpes, no vaya a ser que nos hagan la vida más difícil, que las cosas nos vayan aún peor,
¿verdad? ¡Aún peor!, ¡como si hubiese más sótanos en los que hundirnos! En tribuna de
honor asistimos al dolor del vecino, al llanto del niño, a la pobreza del hermano, a la
miseria del amigo y ni con ésas levantamos la voz (no pido ya levantar el puño, lo dejo
para más adelante, para los que vengan detrás con las fuerzas renovadas que se me
escapan entre los dedos) porque al menos nos queda un techo, ¿verdad? Dales algo a lo
que aferrarse, por mínimo y triste que sea, y tendrán algo que teman perder, decían. Me
dan ganas hasta de llorar. ¿Dónde está la dignidad ciudadana?, ¿dónde la fuerza, el cambio
social?, ¿dónde quedaron los héroes, que aquí sólo veo villanos?, ¿y los intelectuales?
(ay, los intelectuales, mis añorados intelectuales, cuánto deseo vuestra venida...). Nos
hemos quedado huérfanos y por eso todavía tenemos que darles las gracias a estos hijos de la gran puta que, dicen, vienen a salvarnos el culo. Tanto se nos ha enajenado que no
sabemos ni quiénes somos ni hacia dónde vamos.

Y ahora vienen y nos dicen que hemos estado viviendo por encima de nuestras
posibilidades, que lo bueno era superior a nosotros, que nos merecemos esto y que lo otro
sólo fue un tren cargado de vacas gordas... y además somos corruptos por ello, por vivir
por encima de nuestras posibilidades y no pedir explicaciones. ¡No!, no caigáis a ése
nivel, señores políticos, que se os empieza a ver el plumero. ¡No! ¿De verdad, señora
Cospedal, de verdad tiene usted la valentía de comparar a los Rato, Urdangarín, Villa,
Matas y cía., que han atracado sin pasamontañas y a la vista de todos las arcas del Estado,
con aquéllas familias de clase media-baja que trataron, en unos florecientes y
esperanzadores (sobretodo esperanzadores) años noventa, de mejorar su calidad de vida
y el porvenir de sus hijos? Ni eso, ni crear un futuro entre tanto fango, nos dejáis ahora.
Por suerte en alguna de ésas muestras de fanatismo conservador y de despotismo político
en que os habéis empeñado legitimar vuestro poder, un puñado de hombres buenos
reconocerá la trampa sin morder el anzuelo y la falsa conciencia que estáis creando saldrá
a la calle, ya sin pájaros en la cabeza, a iluminar las mentes. O eso creo. O eso espero.

Explicadme una cosa, por favor: ¿qué quiere decir que hemos vivido por encima de
nuestras posibilidades?, ¿que ésta es la vida que realmente merecemos?, ¿que cuando
vivíamos bien y de forma honrada nos hacíais un favor?, ¿qué es la miseria nuestro
campo de recreo y la ruina el futuro de los nuestros?, ¿la pobreza intelectual ha de ser a
partir de ahora nuestra escuela (sí, y por los siglos de los siglos. ¡Si ya lo sabes, para qué
preguntas! Cállate. ¡Cállate tú!), la enfermedad la nueva salud y el olvido eterno la única
memoria? ¿Y encima os tenemos que estar agradecidos? No me vengáis con cuentos.

Por cierto; dejad de tejer cortinas de humo y de lanzar globos sonda para que no podamos
ver cómo escapáis de éste burdo espectáculo por vuestras tan queridas y protegidas
puertas giratorias, porque ésa patraña que nos vendéis como información no hay que se
la trague. Ahora tengo que dirigirme a vosotros, señores de los medios de comunicación.
Pensé que sería algo pasajero, pero veo que va para largo. Me refiero a lo del pequeño
Nicolás (tranquilo mi amigo lector, será breve). Ése suceso tan vomitivo, tan adulterado
de especulaciones y mentiras, tan sumamente estúpido que ataca con tanta fuerza a
nuestra inteligencia y a nuestra capacidad de juicio, se ríe tan secamente de nuestra
libertad o de nuestra falta de ella, daña tan gravemente a nuestra sensibilidad y
entendimiento que me duele que lo llaméis periodismo.

Dejad (los unos y los otros, los otros y unos) de hacer tanto el tonto y de tomarnos por
tontos.

Dejad de criticar el populismo haciendo ideología.

Dejad el circo y buscad la forma de que haya por fin pan para todos.

Dejadnos en paz, que estamos demasiado cansados.

Haced política de una puta vez


Eduardo Gutiérrez Gutiérrez

No hay comentarios:

Publicar un comentario