El Mundo se Abre de Piernas Ante Cualquiera

-Pues el amor, y le voy a parecer a usted un pedante, es la confluencia del instinto fetichista y del instinto 
sexual.- Pio Baroja

«Los mitos son el motor más poderoso de la Historia de la Humanidad, porque han
permitido y siguen permitiendo la cooperación de miles y hasta millones de personas. Si
examinas cualquier caso de cooperación a gran escala, comprobarás que siempre está
basado en algún tipo de relato imaginario. Las personas no tienen ningún instinto para
cooperar con extraños y, por tanto, la colaboración en grandes grupos de individuos que
no se conocen personalmente entre ellos siempre se basa en ficciones. Cuando un mito
colectivo tiene éxito, su poder es inmenso porque permite a millones de extraños
cooperar y trabajar juntos hacia objetivos comunes».

Estas son palabras de Yuval Noah Harai, eminente historiador, para el diario El Mundo.
Con ellas trata de ilustrar las ideas presentadas en su novedosa obra De Animales a
Dioses. Expone la teoría de que la capacidad del hombre para inventar y transmitir
ficciones alejadas de la inmediatez de la experiencia es precisamente el rasgo diferencial
respecto al resto de vida en La Tierra. Estas ficciones que quedan recogidas tanto en
manuscritos religiosos como en códigos civiles, permiten la unión de grandes masas de
desconocidos que orientan su acción hacia un mismo fin. Este es el punto principal que
quiero remarcar de la teoría de Harai: que la supremacía del hombre en La Tierra viene
dada por su mayor capacidad para el modo de organización que llamamos Sociedad –
capacidad que viene dada, según Harai, por la capacidad de un inmenso grupo de creer
las ficciones de unas pocas (incluso una sola) personas-.

Me permito la licencia de inferir de sus tesis sobre la especie una generalidad sobre el
individuo, a saber: que el individuo incapaz de creer en las fantasías –ya sean políticas o
religiosas- será excluido del cuerpo social. El individuo en cuestión está en un conflicto
perpetuo con esas ficciones –o verdades feas que diría Nietzsche-, buscando ser
comprendido, es decir, buscando hacer comprender a sus compañeros sociales que esas
verdades ficticias a las que se aferran y por las cuales conviven y luchan, son ilusiones.
Y además esas ilusiones mantienen el status quo marxista de dominadores-dominados.
Pero al igual que pasa con Marx, nuestro supuesto individuo está cayendo en la falacia
de la auto-excepción. En su corrosiva crítica contra todo fundamento teórico mantiene
una esperanza positiva en sí mismo. Piensa que con la destrucción de todo surgirá como
por inercia, de modo aleatorio e involuntario un sistema fundado en la verdad; y que
surgirá de sí mismo una adhesión altruista y pura a semejante paraíso. Pero lo cierto es
que aun aceptando la completa destrucción, lo que surja después no será la Verdad ni
mucho menos un sistema involuntario, sino que será de nuevo el Poder elegido
voluntariamente por unos pocos o un solo individuo. Lo que vengo a decir con todo esto
es que el individuo incapaz de adherirse a las ficciones que cohesionan la sociedad no
puede escapar de esas mismas ficciones; no puede salirse de la dualidad Poder-Verdad –
donde el Poder representa a la ficción consciente y la Verdad a la ficción inconsciente-.

De hecho ya es aceptado aquello de que la Verdad es la legitimadora del Poder. Esta ‘verdad’ no lo es menos que aquella otra de que el Poder fundamenta la Verdad. Casi diría que cada vez estoy más convencido del último axioma del Tractatus: “De lo que no se puede hablar, mejor callar.”

Aunque la verdad es que siendo practico he de admitir que el que una minoría, o dicho con la propiedad de Houellebecq, pequeñas variaciones individuales, se obstine en que todo lo humano es una gran mentira –aun no faltándoles razón-, es un hecho de una importancia irrisoria. Houellebecq quiere ver estas pequeñas variaciones humanas como señales del advenimiento de una mutación metafísica, que no es sino una revolución en todos los sentidos de la vida humana. En cualquier caso, el profesor Harai nos diría que sencillamente la fuerza de cohesión de un mito se agota debido al avance de los procesos cognitivos de la ciencia y que otro mito con una renovada fuerza colectiva vendría a sustituir al anterior. Pues eso, mutación metafísica.

El individuo que no puede creer en los valores y estrategias de su sociedad, decía, será excluido de ella. Esta exclusión no es perpetrada coercitivamente por la sociedad, sino que es el mismo individuo el que tiende activamente hacia el aislamiento. La mayoría de estos repudiados sienten la vida desde una actitud o bien intelectual o bien romántica –o ambas al mismo tiempo. Son frecuentes tanto los pensamientos materialistas como los idealistas, pero todos comparten la llamada de la angustia y la soledad. Lo que voy a decir ahora no tiene más rigor que el que proporciona una intuición clara y precisa. Si en verdad están cambiando los fundamentos profundos de la civilización –y pienso que así es al verse el corpus teórico en la tesitura de incluir en su seno a todas las razas y culturas de la humanidad- y si las pequeñas variaciones humanas que son los personajes houellebequinos y sus miles de casos reales son señales del carácter de la visión del mundo que se está imponiendo, dicha visión tiene como ficción primigenia y unitaria la siguiente: “El individuo es Dios”; cuyos corolarios fundamentales serían: “Dios es uno” “El individuo es múltiple” (Se mantiene en duda si Dios es libre). Conclusión inequívoca: “El individuo es un Dios solitario”. Progresivamente el sentimentalismo de los siglos XVIII y XIX se vería sustituido por el narcisismo sexual y el orgullo técnico- profesional. Reaparecería un nuevo tipo de fe, de dimensiones científicas, cuyo mesías aun está por venir. El dolor que nos provoca la angustia desaparecerá apareciendo en toda su plenitud la indiferencia existencial, cuando no la psicopatía como oficio y deporte. O no, no sé.

De Houellebecq me quedo con su humor descarnado y crudo y de Harai con la idea de la extensión absoluta de la ficción humana a todo su poder. Bueno de Houellebecq me quedo con mucho más, no con todo, pero con mucho. Cada cual que lo interprete a su manera.

Dios está en La Tierra
Sus hijos ya la han abandonado
Los milagros, hoy son leyes y métodos
Y los misterios, noticias frescas del día

Bienaventurados, sin duda, los que se han ido
Y bienaventurados también, quienes hoy permanecen
Bienaventurado el futuro, viejo amigo impredecible
Que hoy a nadie sorprende

¡Ay del pobre que en su miseria se justifica!
¿Qué piedad podría hacerte rico?
¿Y qué hay de ti, ejecutivo de la vida?
¿Quién aprenderá de tus millones?

Antaño ha, el amor campó a sus anchas
Regando con sangre las arterias metafísicas
El amor hoy, vagabundo y mal querido
Canta a los cuatro vientos y se vende en las esquinas

Sin ti no hay vida
Cantan a la Muerte los poetas
Sin ti no hay amor
Lloran los poetas a la tormenta

Casi es el momento de escribir una novela
La novela de las mil melancolías
Seámonos extranjeros en nuestras jóvenes vidas
Que el mundo es abuelo y sufre; firmemos la eutanasia
-Así empezará la melancolía primera

 Me dice mi querida que seamos realistas
Que en las nubes truena y hace frio
Que se la rizan los cabellos con la eléctrica humedad
¿Pero no ves mi vida, que estamos volando?

Sufre la mujer cuando envejece y los pechos le cuelgan
Sufre el hombre cuando la mujer joven le niega hasta el desprecio
Sufre la pareja cuando el amor no es más fuerte que sus ideas
Sufren todos y todas por la intensa brevedad de la existencia

¿Qué sentido tiene el dolor de aquel a quien sus padres abandonan?
Si no es contrastado con aquel otro que ama a quien no le ama
El sentido, en el fondo o en la superficie, está muy claro
Mantenerse consciente del conflicto en el campo de batalla

La gran pregunta del romántico ¿Cómo amar sin poseer?
Por supuesto no se puede responder
Solo puede hartarse de amar siendo dueño y señor
Y escribir algunos versos que demuestren lo contrario

Ya no te necesitamos Señor, abandona nuestras colgaduras
Hace oscuridad en el firmamento y tus estrellas
Devuélvenos Señor, las tierras de la cosecha
O no dudaremos una sola fracción en atacarte con nuestro inmenso arsenal
-de fetichismos naturalistas.         


David Álvarez García

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