La Máquina del Pensamiento.

Al fin llegué… Este es el lugar, estoy convencido de que aquí encontraré al hombre que estoy buscando. Llamo a la puerta impaciente y espero sosegado a que alguien responda pero no percibo ninguna señal de movimiento, así que golpeo la puerta de nuevo con mayor firmeza. La puerta se abre justo al momento produciendo un sonido frío y chirriante. Entro desorientado pues nadie me recibe y con paso vacilante trato de llegar hasta el fondo de un larguísimo pasillo que parece conducirme a una pequeña sala de donde salen unos extraños zumbidos mecánicos…

El pasillo es muy estrecho y a lo largo de él hay varias habitaciones que aparentan estar vacías, del techo cuelgan cientos de cables pelados que lanzan pequeñas chispas amarillentas y en el suelo y las paredes un manto negro de podredumbre ensombrece el corredor en el que apenas podría ver nada si no fuera por la intensa luz insólita que emite la misteriosa estancia hacia la que me dirijo. Avanzo cada vez con mayor velocidad, preso de una ansiedad incontrolable que me empuja a llegar al final. No sé qué sucede pero el pasillo se retuerce y la luz se difumina ante mi vista, cuantos más pasos doy más lejos parezco estar de mi destino pero sigo caminando inducido por esos zumbidos mecánicos que cada vez se escuchan con mayor claridad… De repente e l pasillo comienza a ensancharse, las paredes se desplazan ondulándose violentamente y los ruidos mecánicos conforman un estruendo sordo teñido por una multitud de colores que estallan dentro de mis ojos distorsionando las formas y las tonalidades del entorno. Observo como la luz se vuelve violeta, después azul, amarilla, roja e incluso verde…
No puedo calcular las distancias ni diferencia los escasos detalles que estructuran el alargado pasadizo pero dentro de mí hierve la necesidad de descubrir que producirá tal estruendo y, más aun, de conocer a esa sombra que tanto tiempo llevo buscando. Es por esto que no me detengo aunque esté a punto de caer extasiado por el burbujeante arco iris que exalta mis sentidos y, al fin, lo consigo, mi voluntad impera sobre esta opresión exacerbante y recupero gran parte de mi conciencia al darme cuenta de donde me hallo. Permanezco de pie en el centro de una especie de recibidor, justo en frente de mí hay una estrecha abertura metálica con forma circular rodeada de un montón de botones fluorescentes que no dejan de parpadear. Es extraño pero algo me impide desviar la mirada hacia otro lugar de la sala y me surge la ineludible curiosidad de acercarme hacia allí. Doy unos cuantos pasos y a medida que me voy acercando empiezo a distinguir una serie de símbolos (probablemente números) al lado de cada botón. Cuando me encuentro a pocos centímetros del aparato mis manos comienzan a moverse atrapadas por una fuerza inexplicable y, como si fuera el propio inventor de tal compuerta, mis dedos pulsan con movimientos realmente precisos cada uno de los botones en un orden concreto y que hasta ahora desconocía. Al pulsar el último la habitación entera se pone a temblar, las vigas crujen como si todo se viniera abajo y de pronto descubro de donde provenía aquel zumbido mecánico: la compuerta está girando aceleradamente produciendo un ruido cada vez más insoportable y las luces despiden una nitidez casi cegadora. El portal comienza a abrirse y un remolino succionador me arrastra hacia dentro sin que pueda evitarlo. Soy lanzado ipso facto a una pequeña cabina donde me golpeo bruscamente perdiendo el sentido…



Cuando me despierto dentro del pequeño habitáculo tengo la impresión de estar soñando. La compuerta está cerrada pero en la parte izquierda de la cápsula hay un grueso cristal a través del cual puedo observar un espectáculo atroz y sanguinario. Dos hombres ensangrentados yacen en el suelo con los vientres abiertos en canal y llenos de abultadas infecciones que no dejan de supurar sangre, pus y otros fluidos corporales. Desde el techo de la siniestra estancia dos largos cables que lucen intermitentes se conectan al cerebro de los dos individuos a través de sus columnas. De las paredes mana un denso líquido transparente que poco a poco va inundando el cuarto, los cuerpos comienzan a sumergirse en él y la sangre parece desaparecer a medida que se mezcla con la extraña sustancia y no solo la sangre, las heridas e infecciones se están curando a una velocidad increíblemente elevada. A penas el nivel llega por sus hombros y ambos cuerpos ya no muestran ningún signo de violencia en sus carnes. Cuando el fluido alcanza sus cabezas y les cubre por completo se produce un intenso flash que estabiliza la escena: el líquido deja de caer, los cables se mantienen iluminados y todo permanece inmóvil como si alguien pudiera controlar todo lo que sucede detrás del cristal… Al darme cuenta de la profundidad de este pensamiento compruebo atónito que mi mano derecha está apretando una especie de interruptor diminuto en el interior de la cápsula. No puedo entender cuando he realizado ese movimiento pero no importa, alzo la vista para observar de nuevo el interior de la habitación donde los dos hombres se mantienen intactos y milagrosamente “operados” bajo un denso manto transparente.
Una especie de inseguridad asfixiante me obliga a acercarme más a la pausada estancia y sin darme cuenta dejo de pulsar el interruptor desencadenando una escena impresionante: los brillantes cables conectados a los hombres lanzan fuertes descargas que hacen agitar de forma violenta y espasmódica sus extremidades, el líquido burbujea y todo comienza a tomar un tono azulado e iridiscente… De un golpe súbito los hombres se despiertan entre alaridos y frenéticas sacudidas, se levantan apoyándose el uno en el otro y giran la mirada hasta el punto desde donde les contemplo impactado. Sus ojos son aterradores, sus pupilas están hinchadas y cambian de color continuamente, un montón de sangre cae como si estuvieran llorando cuchillas y sus cráneos se enrojecen a la vez que tiemblan descontrolados. No estoy seguro de que puedan verme ni oírme pero trato de llamar su atención mientras ellos continúan con los ojos fijos en mí retorciéndose como esquizofrénicos paranoicos… He de confesar que tal situación me desconcierta por completo así que me detengo obstinado esperando a que algo suceda y sin previo aviso un gran destello atraviesa por sus rostros y desintegra sus cuerpos a la vez que me deslumbra produciéndome un profundo desmayo…

Después de navegar por un mar de sueños olvidados un nuevo escenario difumina mi onírico recuerdo. La pequeña ventana ha desaparecido y en su lugar una estrecha compuerta da paso a una espesa oscuridad inconclusa. El miedo al vacío me paraliza por un segundo pero una curiosidad incipiente recorre mi ser y me aventura a cruzar el siniestro umbral. En ese preciso instante una especie de decorado se extiende desde un punto indefinido de la inmensidad. Cientos de formas ensombrecidas se elevan sobre una superficie palpitante. Alrededor suyo comienzan a aparecer cuadrículas de diversas tonalidades que van dibujando sobre la oscuridad un entorno abstracto y desfigurado, como una especie de pared de humo que emerge de la nada. Lentamente se va creando una cúpula gaseosa que acapara todo el espacio y el extraño lugar se baña de una luz perfecta e incomprensible. Ahora puedo contemplar con total claridad la realidad que me rodea, dentro de la extraña habitación de humo varias columnas provistas de franjas incandescentes conforman un círculo siniestro en cuyo centro un pequeño altar atrae toda la luz de la estancia. Algunas sombras giran desordenadas en torno al círculo de luz, a veces desaparecen y regresan como fantasmas engañosos, otras se reducen hasta formar delgadas líneas que trazan largos tajos oscuros sobre el pequeño altar y, poco a poco, una masa irregular de sombras se compacta formando una compleja figura de apariencia humana. En ese instante se produce un vacío temporal, las sombras se congelan y se deshacen como nubes de polvo y tras la oscuridad de la misteriosa figura se ilumina un viejo rostro de cuero con una frondosa barba de raíces negras. El rostro abre sus ojos, unos ojos diminutos y extensibles como los de un insecto y el resto de su cuerpo cobra una horripilante forma: su pecho arrugado y desnutrido se deforma con el ritmo de su aliento de humo, sus brazos delgados se mueven con una flacidez invertebrada y sus largas piernas se deslizan como si fueran tentáculos.
El tiempo vuelve a llenar el ambiente y mi respiración comienza a agitarse, mis pensamientos fluctúan alrededor de una idea y mi alma se encoge esperando a que algo suceda. El monstruoso individuo se levanta del altar, clava su mortífera mirada en mí y una voz cavernosa y áspera sale de sus rígidos labios y flota por el aire hasta golpear mi temeroso instinto:

-¿Me estabas buscando?- Al oír esto la débil luz que se ocultaba en mi interior empieza a elevarse sobre mi oscura incertidumbre y un destello ascendente atraviesa el silencio al escapar de mi boca:
-Nunca podría haberte imaginado así, ¿de verdad eres tú el que se esconde en ese cuerpo enfermizo?
-Soy exactamente lo que ves bajo esta luz perfecta, soy todo lo que fui bajo las sombras y todo lo que seré antes de que llegue a serlo.
-¿Fuiste tú entonces el que me trajo hasta aquí? ¿Tú me condujiste a tu encuentro?
-He sido yo todo este tiempo, buscaba una distracción o quizás un aliciente a mí desánimo pero he de decir que me has sorprendido… Ningún mortal antes había resistido a viajar en mi máquina del pensamiento.
-¿Máquina del pensamiento? ¿Quieres decir que todo lo que he visto desde que atravesé aquel pasillo reside en mi cabeza?
-No del todo pues fui yo quien introdujo todas esas imágenes en tu desnudo cerebro e incluso, ahora, todo lo que escapa a tu entendimiento se muestra sencillo y frágil ante tus ojos como si vivieras dentro de mi mente, suspendido entre mis pensamientos…
-Entonces, ¿cómo puedo alcanzarte?
-Muy fácil, solo tienes que encontrarte en la inmensidad del vacío que dicta tu alma.
-Pero eso es imposible, ¿cómo voy a poder encontrarme donde no hay nada?
-Igual que me encontraste a mí solo que yo ya no soy nada… - Cuando estas últimas palabras resbalan por el cristal de mi mente el mundo se muestra confuso a mi alrededor, el aire, las columnas y el humo adoptan una densidad líquida y, sin saber cómo, me descubro sumergido en un infinito océano tratando de alcanzar la luz que irradia sobre la superficie.


Ernesto Rodríguez Vicente

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