¡Entra! ¡Entra!. Son deliciosos chorros de agua nula.
Carros de alma penitente y de chozas entumecidas o quemadas.
Se guarda mi guarida de sonrojar sus puertas, sus vergüenzas sinvergüenzas, sus cordialidades de amor condescendiente.
Una panacea: el grifo (oro de mierda ¡No!, sólo vida suicida).
- Conocimos a nuestro querido y bienamado Charly en aquella cuneta llena de fango y lombrices. Tenía unas pintas de lujo si la comparásemos con la de otros días: La camiseta colgaba de sus hombros como si el viento, sin quererlo, la hubiera depositado allí para después volver a llevársela, y sus andrajosos pantalones estaban sujetos por el cómodo y más que práctico cinturón improvisado de cable eléctrico, por lo visto, mangado de alguna TV de alguna marca japonesa que no sé pronunciar debido a que no tengo noción ninguna del idioma en cuestión, y no quiero arriesgarme a cagarla y quedar en ridículo por el mero hecho de pronunciar Hitachi como no debe ser, aunque pensándolo bien, qué más da cómo lo pronunciara, ahora mismo estoy escribiendo y sé escribir Hitachi ¡De puta madre! ¡Hitachi! ¡Hitachi! ¡Hitachi!. Vale sigamos…eh… pues ese era Charly.
La Casa del Señor tiene tres puertas.
Tres. Tres. Tres.
- Trinidad, preciosa, roza con tus calientes muslos la barriga de este sarnoso perro. (…) .
¡Jajaja! Haces cosquillas.
(Mientras… (En susurros) te envenena la muy puta).
Pensaba que no, que ya no se salvarían los muertos. Pensaba…
Pensaba que los teléfonos rotos no pueden llamar. Pensaba…
Pensaba que los campos y las alambradas eran enemigos. Pensaba…
Pensaba desmesuradamente. Rozándome. Pensaba…
Pensaba al lado de un mar que se va, que está siendo drenado por la ciudad. Pensaba…
Pensaba en ramas, en los bellos trozos de cristal, en el vudú, en mí. Pensaba…
- Mengua el trayecto, rompe las costillas del amanecer, esas costillas diseñadas por el humeante queroseno de los malhablados aviones. Méngualo. Recapacita en lodo, en el techo del ocaso, alucina con las rocambolescas antorchas que desnudan la inocencia ¡No, luz, no! Prefiero el infierno pretérito. Me elevo. No es mi intención. No es mi voluntad. Presión social igual a felicidad. ¡Odio la presión!
Añoranza de paisajes exornados con el natural y reconfortante brillo de la sangre.
Zambo
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