-Como la tierra de hace cien años, nuestra mente tiene todavía sus Áfricas sombrías, sus Borneos sin
mapas y sus cuencas del Amazonas- Aldous Huxley.
El mundo, la vida y el pensamiento.
¿Dónde está la separación? ¿Existe acaso alguna frontera divisoria?
Damos formas desde el interior al exterior.
El exterior nos permite experiencias, base material del pensamiento.
La vida nos permite ¿qué? Sólo vivir, lo demás son sólo casualidades.
Cojamos a un niño recién nacido.
En cuanto tome su primer aliento, ceguémosle.
Encerrémosle toda su vida sin contacto alguno, pero manteniéndole con vida.
Démosle por una trampilla agua y comida.
Ese niño estará vivo, pero ¿pensará?
Si no le damos lenguaje ¿descubrirá él el camino?
Ese niño tendrá una imagen primitiva de mundo y de vida.
Ese niño será un héroe, un visionario y un degenerado, todo en un cuerpo.
¿Se diferenciará en algo de la raza vanidosa que somos?
Sólo en las circunstancias, que para nosotros lo son todo.
La respuesta al enigma de la gallina y el huevo es: ninguno fue primero.
¿Fueron a la vez? ¿No fueron?
Luego nada es, o todo es lo mismo a la vez.
O puede que Todo y Nada sean sólo perspectivas psicológicas.
Yo estoy convencido de que algo existe, luego Todo existe para mí.
El cerebro nos cierra las puertas de la pura libertad, pero no sin un fin.
El fin básico y puro de la vida: que continúe eternamente.
Si fuésemos universalmente libres, no nos importaría comer, beber, existir.
De hecho, seríamos algo parecido a Dios.
No habría egos, ni Yoes, ni Tues.
Seriamos Todo o seriamos Nada.
Estas líneas escritas ¿son metafísica o son ciencia empírica?
Todo lo dicho, lo digo a partir de observaciones.
Más no se puede comprobar –al menos en la vida que presumimos conocer.
Observo que en el pensamiento se produce un fenómeno universal:
Sin una preferencia de perspectiva, es decir un prejuicio, no hay puntos de apoyo.
El prejuicio puede ser natural o social, pero será siempre un límite.
Todos tenemos un mismo prejuicio primario: aferrarnos a la vida, pase lo que pase.
Eso nos cierra la puerta de todo lo que no sea vida, que no lo dudemos, es algo.
Tenemos también un prejuicio secundario: conciencia de nosotros mismos.
Eso nos limita para conocer todo aquello que no sea nuestro Yo-vivo.
Luego tenemos un tercer prejuicio necesario: adscribirnos a otros prejuicios que
descubriremos durante nuestra experiencia social en vida.
Lo que llamo casi de forma poética “prejuicios” son leyes de nuestra naturaleza.
Sólo son prejuicios para quien es consciente de que la naturaleza nos trasciende.
Así de este modo, es cómo digo que nuestro conocimiento, es sólo una coincidencia.
Una aglomeración de prejuicios naturales y sociales.
Quién sabe, quizá no es una coincidencia para una energía sin ningún prejuicio.
Para los Dioses.
Pero para nosotros, pequeños sátiros, ninfas y duendes, todo es una coincidencia.
Afortunada a veces, desgraciada otras.
Entonces ¿Para qué fin vivimos? ¿Para qué fin pensamos?
El fin de la vida, es perpetuarse.
El fin del pensamiento, servir al fin de la vida.
Y no puedo terminar aquí por una sencilla razón.
El pensamiento al tocar el mundo, observarlo y analizarlo, llega a algo que lo aleja de la
vida, en tanto que puede ir directamente en contra del fin de ésta.
A algo que trasciende ese fin de conservación universal: el sentido
-El por qué de la vida-
Y aquí introduce el pensamiento los prejuicios sociales a la naturaleza.
En busca de respuestas epistemológicas a una pregunta metafísica.
Alcanzando conclusiones circunstanciales siempre, nunca absolutas.
Y aun cuando no nos preguntamos racional y conscientemente por estas cuestiones
Nuestra cabeza se debate en emociones que simbolizan este debate.
Y surge entonces un tercer tipo de prejuicio: los prejuicios psicológicos (Pensamiento).
Una mezcla entre prejuicio natural (Vida) y prejuicio social (Mundo).
Los bastardos que dan pie a todas las enfermedades mentales conocidas
…y por conocer.
En conclusión: El Mundo, La Vida y El Pensamiento
Son los tres vértices de un triángulo cerrado e infinito.
Esa es mi absurda conclusión de este mes.
David Álvarez García
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