su conjunto conforma el muro infinito de la vida,
ese muro que todos creamos y nadie gobierna,
teoría sobre teoría, espesa niebla sin forma.
Me pregunto de qué sirve buscar un sendero,
una ruta por donde escapar del gran camino,
una vía rápida, una impracticable montaña,
una caverna que atraviese el subsuelo;
de qué vale tan solo caminar por la misma tierra
que pisa el rico, el pobre, el loco o el tullido...
¿Por qué hay tanta gente y tan pocas personas?
¿Qué es lo que vomita y esculpe el pueblo?
Las personas sufren y maldicen pero la gente calla,
nada importa pues la tormenta seguirá dentro
y fuera el sistema del que todos nos nutrimos
como si fuera el pan de un mendigo sin cerebro.
La élite cabalga en caballos de metal afilado
y en sus crines se clava el ímpetu de la plebe,
en los callejones de humo, en las plazas tranquilas,
en los ojos del pintor, en la ebriedad del poeta,
en la mano del carpintero, en la fama del artista,
en las uñas del capitalista, en el suspiro del asceta,
en la mugre del basurero, en la pureza del pianista,
en el eco del cementerio y hasta en el vino de la misa
mi voz arde en todos y en todos se vuelve cenizas.
La fuerza del ejército reside en el mástil de su bandera,
la conciencia de cada cual se equipara a la de todos
y en la guerra actúa como una gran masa de odio...
¿Quién creó las negras venas de los continentes?
¿Qué limita a un hombre más que su propia mente?
No hay nada que sangre más que la herida de un soldado,
ni nada más terrible que las cicatrices de su espíritu
pero no dejará nunca de caminar por la misma tierra
que pisa el rico, el pobre, el loco o el tullido...
Y el iluso espejo reflejaba un idílico espejismo.
Los ancianos miran alegres el fruto de su tiempo,
en sus pupilas brilla la calma y el entusiasmo,
sus arrugas esconden años de miseria y sufrimiento
pero en sus almas hay más luz que en las nuestras.
El esfuerzo de vivir en una sociedad laboriosa,
la incomprensión de los jóvenes y sus libertades,
el conformismo oculta la profundidad del valle
y las mentes cansadas no intentan llegar al fondo:
allí donde gobiernan los jinetes y sus corceles de plomo.
¿Y qué crimen cometimos más que llegar al mundo?
¿Qué ser perfecto va a perfeccionar nuestra existencia?
No existe más que la realidad de cada segundo
y las cien mil preguntas para ninguna respuesta.
La destrucción es la respuesta del hombre obstinado,
el amor la prostituta que duerme en el metro
rodeada de oscuros vagabundos enganchados a su aroma...
¿Cuándo perdimos el valor del acto humano?
¿Cuándo encontramos el valor de las monedas?
El dinero es la palabra que nos controla,
el verdadero amo de esta tierra llena de esclavos:
esclavos del oro y la miseria que hemos sembrado.
Las palabras son mentiras vestidas de mármol,
su conjunto conforma el muro infinito de la vida,
ese muro que todos creamos y nadie gobierna,
teoría sobre teoría, espesa niebla sin forma.
Ernesto Rodríguez Vicente
No hay comentarios:
Publicar un comentario