Yo no quiero poder sólo quiero libertad y acción, vivir en la naturaleza lejos de las luchas de poder. Pero ahora mismo eso es impensable, no puedo abandonarme en mi mismo mientras mis amigos, compañeros y yo mismo sufrimos las consecuencias de un sistema social totalmente caótico, cuyo rasgo característico es la inconsistencia, la injusticia y la carencia de racionalidad. Peleas en bares, robos y atracos, palizas y amenazas, advertencias en el trabajo y disgustos en casa, malas noticias y cambios de vida, miedo en la calle y en casa cada noche a solas, todo, absolutamente todo es el poder. Yo en el poder que rodea mis vínculos y caminos observo mucha impotencia, mucho cachondeo, poco compromiso y mucha habladuría, muchas voces acalladas por la policía, una ciudad que no aprende, que tras 18 años con el mismo alcalde hijo de puta éste sigue al frente, moldeando esta ciudad sin arte y con su antiguo esplendor olvidado convirtiéndola en el nido de ratas más grande de España. Y veo que no levantará cabeza, mi generación se mueve y pone todo su empeño en abandonar esta cloaca olvidada de la mano de Dios y comandada por el Opus Dei. Tiene lugares bellos, y mucha gente buena, pero la sociedad de esta ciudad es una cutre obrilla teatral de una sociedad moderna, racional, libre y democrática. Y es cutre, muy, muy cutre.
La naturaleza es injusta, pero al menos es imparcial, el hombre parcela la justicia y reparte la injusticia, y yo, mis amigos, mi familia y el grueso de mi sociedad, somos los destinatarios de
las mayores injusticias. Yo aventuraría que esto ocurre porque la mayoría de la gente no piensa con libertad, está claro que todos arrastramos prejuicios e inquinas, pero pensar es precisamente cuestionar todas esas ideas y sentimientos heredados, y eso hoy es una actividad prácticamente en desuso. Yo creo que la solución está en cada uno de nosotros, llevamos grabado en nuestro interior el remedio contra la injusticia social. Desde el ricachón racista, hasta el vagabundo antisocial, todos deberíamos pensar racionalmente analizando nuestras actitudes y nuestros deseos. Aún si todos siguiesen mi consejo existiría la injusticia, porque es algo inmanente a la misma existencia humana, pero no creo que semana sí semana no un estudiante fuese agredido por las fuerzas de seguridad, o una familia se quedase en la calle, o unos subnormales decidiesen sobre el destino de todos pensando en el beneficio de su cartera. Yo lo siento, pero mi conclusión es que el mundo de hoy en día es asqueroso, al menos en este país y en concreto en esta mi decadente ciudad de Valladolid, con su plaza de Cantarranas consumida por la droga y los malos rollos, con sus universidades cada vez más vacías y sus calles más llenas, con un falso lujo que a nadie engaña, de la tristeza de la plaza España y la plaza Zorrilla mirando desde lejos a Delicias, la Rubia, la Rondilla y Pajarillos. Yo ya estoy harto de ver como amigos y conocidos se esfuerzan por una causa digna de ser compartida por todos sin obtener ni un destello de apoyo ni de repercusión. No diré nada más, tan sólo sed valientes, intentad poneros en el lugar de “el otro” pero siempre dispuestos a luchar contra quien no sea capaz de ponerse en vuestro lugar. Y admitámoslo, hoy en día nadie se pone en el lugar de “el otro”.
David Álvarez García
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