Hoy hablamos de... El progreso


por Ernesto Rodríguez Vicente

¡Es el siglo del progreso! Estamos encerrados en la prisión de la moneda, sumidos
en un torbellino de intereses. ¿Pero qué es lo que más nos urge? Hemos instaurado una
gran marea de conexiones, casi cualquier individuo puede acercarse a la cascada de
información que mana de la tecnología. Hoy tenemos en nuestras manos un inmenso
conducto para expresarnos, las ideas se propagan como hojas en el aire y nuestros
rastrillos recogen montones separados de conocimiento. El progreso, sí, el progreso,
debería resonar en nuestros corazones como la mayor de las dudas…

Pese a ello, esta ventana dentro de nuestra sociedad no es un lugar seguro. A
través de las nuevas tecnologías el mundo ha aumentado la capacidad de comunicarse y
las relaciones entre países, culturas, pensamientos y emociones son cada vez mayores.
Hemos creado un nuevo mundo, un paraíso inmaterial donde recoger nuestras vidas,
donde vivir una segunda vida. Este hecho nos aporta un gran beneficio cultural pero, sin
embargo, las nuevas generaciones que están creciendo con este nuevo mundo han caído,
en su mayoría, en el abismo de la conformidad y la fama. La sociedad se ha convertido
en un escenario que, día a día, representa una obra inacabada y creo necesario advertir
que los actores no saben muy bien cómo desenvolverse y, por ello, se dejan llevar por la
opinión o los gustos más frecuentes entre el público. Como consecuencia, esta marea de
conexiones nos está robando, a favor del egoísmo y la ignorancia, los valores más
esenciales del género humano. ¿Es, entonces, un apoyo o un lastre para el progreso?

Desde un punto de vista objetivo, considero que la tecnología es la base actual del
progreso pero hacia dónde nos conduce. Parece que el sueño que hoy atormenta a nuestros
contemporáneos es viajar al espacio, conocer el universo y buscar una alternativa a la
Tierra, como podría ser Marte. Pero estas ambiciones se nutren del hecho de que nuestro
planeta se está extinguiendo, en parte, porque sus recursos no son ilimitados y, por otro
lado, debido a que esta sociedad de consumo que hemos creado está perdiendo el afán
por la autonomía, entendiendo ésta como la forma de vivir a base de lo que uno produce,
y el respeto hacia el mundo que tenemos que compartir. Sí, digo tenemos porque no somos
ni Adán ni Eva y el paraíso material en el que vivimos no es solo nuestro; todos nos
sentimos superiores de vez en cuando, y no hay problema en ello siempre que nuestros
deseos no reduzcan las posibilidades de supervivencia de los demás. El verdadero
progreso está dentro de nosotros, si realmente queremos avanzar con la tecnología y tratar
de conocer el sentido de nuestras vidas, debemos considerar que si no reducimos las
apariencias a la realidad y no luchamos por mantener nuestro ecosistema, nuestra
especie no durará lo suficiente como para poder entender el mecanismo del universo y la
sociedad se verá acorralada en una isla cercada por su propia degeneración.

El hombre ha logrado a lo largo de la historia suprimir muchas de las conductas e
ideas que se imponían sobre la libertad de pensamiento. De este modo, hoy en día tenemos
un marco más amplio en el que exponer nuestras voluntades pero, sin embargo, nuestra
especie aún necesita aligerar el turbulento peso del sistema que ha creado. Yo tengo fe,
pero qué es la fe sino una puerta cerrada.

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