VIGÉSIMOCUARTO NÚMERO





Nota del Editor 

Qué difícil es encontrarse a uno mismo en su propio cuerpo. Y qué difícil es escuchar, sobretodo, frente a hablar. ¿Conocen a alguien de esos que cuando hablan les miran, para saber cómo les están recibiendo, y que no duda en exponer información adicional a su idea, para, con la intención de completarla, que ustedes le comprendan? No se digan que no, esa pregunta venía de muestra; si creen que no me conocen límpiense mi sangre, y la de los míos, de su chaqueta.
Cuando uno escucha tiene la obligación de recordar todo lo que le exponen a la vez que lo asimila, enfrentándose a la petición de comentario de su interlocutor, es decir, a la petición de que se enfrenten al torrente de ideas que les golpea con el nivel de profundidad que tiene aquel que les golpea con ellas. Una locura, en cambio, hablar es muy sencillo, al menos, cuando se habla de algo que se conoce. No es necesario recordar todo lo que se ha dicho, ya que, si un interlocutor hábil nos relega a algún comentario pasado no hemos de temer, la idea ya era parte de nosotros antes de proferirlo, este relegar del otro nos llevará otra vez a ella; no es necesario recordar lo dicho, sólo continuar teniendo las ideas de las que se hablan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario