Diciembre de 2014
Nota editor
Frío y niebla aquí en casa. De otros que cruzan los grandes picos de la vieja el ruido del
hielo se llena de historia y piedra. Más lejos el sol deja la sombra de las nubes de
voladores, el suelo de polvo se sacude, de sangre las menos, siempre de sudores.
Las mentes, los pulsos se tensan, el cero, sus menos protagonistas en todas las vidas.
Los huesos pestañean, los dientes buscan el calor de los otros. Los abrazos se cobran a
precio de oro, a precio de vida segura, el huir es aliento del segundo, el cerrar la puerta
y respirar al calor premio de rechazar la calle. No se cierren si su columna tiembla,
desháganse en el escalofrío que recorre y despidan el desierto que su bajo nariz
conserva.
Es el tiempo del mimo y el vaho, es el tiempo de barrer la cabeza, de no pesar su cuerpo
en la balanza que la sociedad presta. Rompan con todos los formalismos que les rodean,
rompan con todo y déjense fundir en los que calor les dejan.
Veintidós ya lleva la muy presta, así vivida y así de vibrada la cuerda.
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