Pues hoy hablamos de... Como poder autoanalizarse.

 Carlos Esteban González

Hoy me gustaría realizar un ejercicio arquitectónico, pero, a falta de suelo físico, voy a
proponerles construir con ideas lo que otros hacen en su papel. La diferencia elemental entre
el ejemplo del diseño en papel y nuestro ejercicio imaginador es la relevancia del fin ambos, el
primero constituye un planteamiento rígido, del cual extraemos el orden concreto y deseado
para manipular el medio físico, en este segundo, el ejercicio de planteamiento y el de
construcción se sobreponen, sucediendo a la vez y resultando en su vertiente más
radicalmente real, la del pensamiento consciente de sí mismo.

Dándonos lugar, vamos a construir juntos. En tanto que guía, este texto me permite expresar
mi itinerario propio y utilizar la segunda persona del personal como si hablara desde vuestra
cabeza. Así, no se asusten del autoritarismo cuando les digo que el inicio de este camino es
una figura geométrica plana, pongamos un rectángulo, pero imaginaria, es decir no sólida,
sobre una extensión inconmensurable; esta extensión base representa su capacidad racional,
su profunda imaginación, no se haga de menos, desoiga a racionalistas kantianos y imagine su
propia imaginación ilimitada.


Por favor, no se me pierdan en tamaños, que cada uno que elija su tipo de edificio, pero el
inicial y central, del cual partirán las calles y las vidas, como aquellas ciudades americanas de
planta de rueda de carreta, nuestro edificio soporte es, nuestro mundo está definido y
determinado, de forma predominante, por nuestro querer. Imagínense a este edificio vacío, no
por falta de racionalidad o imaginación, sino por reservar el centro más profundo tanto para
aquellas ideas tardías como maduras que ahora son un cúmulo de sentimientos, brillos,
fuerzas y preguntas correspondientes a la parte no verbal de nuestra psique. En la arquitectura
mental, al menos en la más sana, encontramos un problema general que hace que el espacio
libre no acabe, ya que lo que lo ocupa es eliminado. Refiero con ello al pensamiento crítico,
esa vorágine de dudas nuevas y viejas, que miran desde la posición derrotada del pesimista
escéptico, cuestionando todo lo que el edificio representa y el suelo que lo sostiene. Pero
tenemos un margen de acción, ese brillo de la idea nueva y atrayente, que el pensamiento
crítico no encuentra en un momento inicial por estar protegida por la curiosidad que deviene
tanto en un lecho arraigado de convicciones y largas carreteras de razonamientos, como en la
más indolente destrucción analítica que elimina cualquier rastro susceptible de emoción. Pero
para que no muera antes de nacer construyamos, a la vez, una pequeña fortaleza, una muralla
primera que la explique y permita crear trabas en el mecanismo destructivo. Mucho se habla
de la codeterminación en la relación entre el ánimo general de un individuo, el sentimental, y
su estado físico. Este sentido de determinación recíproca es más claro en la relación que
presenta el ánimo con la praxis, en la consecuencia en el acto provocada por el diferente ánimo
del individuo. Sin ejemplificar el caso, una vez que aceptamos la relación entre el ánimo, es
decir, la predisposición psicológica del individuo, tanto a un nivel interno, como a un nivel más
accidental, focalizada ésta en un fin o en un objeto concreto, y la praxis, el conjunto de actos
realizados y no realizados por el individuo -a través de los cuales realiza su realidad, es decir,
aquella que el puebla de forma activa y continuada-, podemos comprender su determinación
recíproca. Al hablar de su realidad no hablo de diferentes niveles ontológicos, sino de la
extensión de una misma realidad común, el conjunto de lo real. Desde este supuesto, el
siguiente paso es más sencillo, esta relación de determinación deviene en actos y no actos,
ambos influyentes en medida similar, los cuales son determinados por quereres y no quereres.
De esta manera podemos explicar que una acción que se quiere realizar se realiza siempre que
el querer sea suficiente como para salvar las diferentes presiones externas psicológicas y, en 19
medida de lo humanamente posible, los diferentes impedimentos físicos. De igual forma, si una
acción que no se quiere realizar se realiza se deberá a que este tipo de presiones, que no
identifico ni sitúo sólo como aisladas del interior del individuo, superaban la inercia propia del
querer, tanto negativo, como positivo.

No se asusten si su muralla, como la mía, supera con creces la carga arquitectónica verbal de la
idea que protege. Esto ocurre ya que debido a la naturaleza de la mente analítico-crítica los
momentos de derrumbe son más frecuentes y profundos que los de creación, que no se fijan
en lo construido, sino que lo utilizan de base para así, aceptando la idea base como potencia,
continuar el ejercicio de creación. Ahora que tenemos un centro observémoslo de la forma
más objetiva posible, la cual es, creo, desde arriba. Desde aquí arriba contamos con dos
factores, una magnífica visión de conjunto y distancia, la cual debe permitirnos salir de nos, es
decir, distanciar el problema de nuestro núcleo personal, en pro de la objetividad, y a la vez
alcanzar a recorrer todo detalle. Tener un edificio con una primera defensa sólida está bien,
pero es inútil solo, debemos buscar y recrear sus posibilidades. Desde estos dos primeros
supuestos, el que constituye el edificio y en el que se basa la defensa, nos sirve para sacar
otros supuestos más prácticos que nos sirvan de calles principales. Nuestro mundo
corresponde con una construcción ideológica deformadora de la realidad, por ello alienante,
que delimita el contexto individual del individuo a su punto de vista subjetivo. Lo que quiere
decir que nuestro edificio afecta a la realidad pero dentro de este límite, que aunque escaso es
suficiente para ahogar al mismo individuo, el cual puede ignorar aquello que sobrepasa o se
erige fuera de su ego. Está definido por, en el sentido de delimitado, al definirse por su
extensión depende de este por, de esta causa. El está determinado corresponde con el efecto
de esta causa sobre la naturaleza de este mundo, entendiendo ésta como el conjunto de
valores propios y accidentales que la comprenden, entre los cuales se pueden contar con
valores inmóviles, acabados e inmortales o valores completamente caducos, más propios de la
juventud, de la sed de destrucción crítica. Nuestro querer es realmente el punto central de la
ciudad entera. Es, como se puede observar, otro ideal más pero natural al hombre, ya que
representa su deseo. El problema para considerarlo como un ideal a seguir –mi querer, elijo
aquello que es lo que quiero para alcanzar un estado de plenitud, el donde quiero estar- es
que debemos entenderlo como un medio, un medio hacia un fin desconocido pero deseado.
Así de sencillo es el juego, no representa una meta, representa un motor. La dirección vital, es
decir, el rumbo que trazamos con nuestro ocupar el tiempo, está definida por nuestras
elecciones y estas determinan nuestras acciones, independientemente de que sean
conscientes. Este trazo, que corresponde con nuestra experiencia, está marcado por aquello
que determine nuestras elecciones, pero los factores a los que debemos dar tal título son
incontables, en tanto que son, en gran parte, ignorados por el yo consciente. Lo que propone
esta idea que nos sirve de edificio es no buscar el faro a seguir por fuera, sino por dentro,
analizar aquello que nos empuja, en mayor medida, a elegir siguiendo patrones, ese deseo de
algunas cosas, o de que algunas cosas pasen. El querer puede que defina las elecciones más
naturales, pero no puede encontrarse su origen de forma sencilla, al igual que puede ser
negado con éxito, si uno se engaña.

Por todo ello propongo como primera calle, incluso como calle mayor, el siguiente proyecto, si
lo que define mi mundo es mi querer, debo comenzar a aprender a querer y a comprender mi
querer. Si uno quiere seguir al edificio central a donde él vaya puede querer también
encontrárselo. Si uno quisiera saber qué es lo que quiere podría preguntárselo, podría, quizá,
contemplarse claro y ver su deseo. Pero hasta que ese quizá se vaya, por lo menos mientras
recorramos esta calle, podríamos tratar de ver que es lo que queremos y elegir según ello, vivir
como se quiera; aunque sea una utopía vieja. Espero que hayan visto entre mi análisis los
planos de las demás calles, prueben cuando ustedes quieran a construir con sus cosas y a
mirarlas de cerca, no vaya a ser que se les pierdan.

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