Deslízate.

-Le cuesta trabajo reconocer ante sí mismo que el insecto o el pájaro perciben otro mundo completamente diferente al del hombre y que la cuestión de cuál de las dos percepciones del mundo es la correcta carece totalmente de sentido, ya que para decidir sobre ello tendríamos que medir con la medida de la percepción correcta, es decir, con una medida de la que no se dispone.- F. Nietzsche

Cada vez me cuesta un poco más escribir, -piensa todo escritor que no se reconozca ante un tribunal literario como tal. Incluso esos escasos casos de auténticos escritores que se enorgullecen de serlo, pueden llegar a pensar así. Todos, auténticos y falsos, buenos y malos, seguimos escribiendo. A algunos, y es mi caso, sea lo que yo sea, cada vez nos cuesta más, lo que no supone ni menos escritura, ni mejor, ni peor. Nada hay definitivo para el hombre, no hay un punto y final al discurso. Si acaso el aburrimiento. Bueno, y no olvidemos la poesía, el único caso de humanidad salvaje, de instinto de creación. Sí, como todo lo humano se funda en ilusiones, en falacias que se ha olvidado que lo son, pero la poesía, incluso a día de este arbitrario 2014, se guarda de la voluntad de envejecer en una construcción rígida. No solo eso, mantiene una línea de fuego bajo el estandarte de la muerte, no piensa retroceder, no puede retroceder a no ser bajo pena de muerte. Y es que la poesía es fatua, y no entiende de realidades, de argumentos ni de paradigmas. Como mucho entiende de estilos y decirlo es suponer mucho. Solo en poesía puede haber algo definitivo: la captación metafórica, voluntariamente metafórica –por contraposición de arbitraria o necesaria-, de lo más efímero, es decir, de las Verdades. Pese a esta encomiable cualidad, la poesía cree que crea, y se resiente de esa insalvable marisma en su voluntad. Así comienza:

Ahora mismo, cada palabra es una voluta de humo que asciende desde una caldera central en busca de un cielo que poder contaminar. Por supuesto, hablo del Infierno. Las bestias se ocultan en los rincones y todos los ángeles y hombres malditos han desaparecido como por arte de magia. Aun quedan algunos refugios para las almas sin pase vacacional, ni siquiera de fin de semana; aun quedan algunos refugios en los que seguir atormentándose mientras Satán disfruta del alboroto en la playa. No hay Cielo ni Tierra, solo Infierno. Un Infierno iconoclasta, helado y abrasador, desalentador y banal. Se oyen rumores, que sospecho inventados dada la situación de este nuestro Infierno, de otros mundos, de idealismos hipostasiados, de jardines de placer. Pero ¿cómo creerlos? Las enormes y pequeñas pantallas los desmienten en horizontes del este y solo es creíble un placentero aturdimiento, un, como susurró Pink Floyd, Comfortably Numb.

Salen a la luz nuevos demonios de largas patas de cabra desnudas y pueden hipnotizar hasta al más débil de los espíritus atormentados. Salen a la luz empresas e instituciones de venta de esperanza y de escapismo. Se promete algún tipo de universo paralelo, igualmente infernal, pero no tan transparente, con numerosas bebidas alcohólicas en barras libres servidas por fantasmas operados. Incluso ha llegado a mis oídos la oferta de un viaje. El precio es razonablemente barato y las expectativas muy altas, casi podría llegar a convencerme. Pero parecen olvidar que el Cielo nunca existió y que la Tierra quedó aniquilada en el amanecer del Siglo XX, pasando a sustituir al viejo Cielo.



Parecen olvidar que el Infierno es un pozo, y parecen olvidarlo porque en el viaje te abastecen con todo menos con una cuerda. Ahí está el engaño, esperan que tú vayas a pedir la cuerda para poder decirte: -Pero, señor, verá usted, no tenemos cuerdas hacia la Nada. Entonces tú te quedas con la cara pasmada y compras el billete, perdiendo un valiosísimo dinero y adquiriendo el todo por la nada. A mí no me engañáis velados camaradas.

El truco en Infierno está en aferrarte a los clavos incandescentes, a saber: ficciones audiovisuales, literarias y psicológicas. Hay solamente una cosa que la sociedad infernal no tolera: ser víctima de bromas, recibir algún tipo de perjuicio a través de un engaño. Se puede matar, torturar, robar, violar y por supuesto mentir, siempre y cuando no implique un perjuicio a la convención social. Así ha hablado Diablo, que sabe menos por viejo que por Diablo. En realidad sabe tanto por locura, por apresuramiento existencial y por intempestivo. Nietzsche igualó, en este sentido, la verdad y la mentira: los pobres diablos –todos y cada uno de nosotros- solo desean las consecuencias positivas tanto de la verdad como de la mentira. Así: la verdad y la mentira objetivas son, respectivamente, las consecuencias placenteras y las consecuencias perjudiciales de cualesquiera verdad o mentira subjetiva. Eso… no es exactamente así Billy.

Lo que ellos esperan que hagas, hazlo, y lo que no esperan que hagas, hazlo también; pero ante todo haz lo que no se han planteado que es posible para ti. ¿Quién se esperaría que una piedra volase? Pero ¿qué es un cometa o una estrella fugaz? De eso hablo bestias infernales, de eso y no de otra cosa. ¿Quién se esperaría que…? Los pensamientos del jefe Bromden, puesto ahí por su Dios, K. Kesey, decían algo de no sé qué Tinglado. No iba muy mal encaminado, pero solo era un loco más, tanto Kesey como Bromden. En el infierno no hay luz, y desde luego no es la nada, y por eso es iconoclasta. La percepción funciona por una suerte de intuición de presa -conejil: no se sabe de nada que nos aceche, pero se sospecha y se actúa en consecuencia agazapándose, buscando lofts y adosados. Pero, por favor, ¿acaso no vemos que no vemos? Me valdría simplemente andar con pasos lentos y precavidos, ¿pero esto?

Infierno tiene muchas más peculiaridades. Hay un ruido constante. Un tipo especial de ruido, de ese que es insufrible para los novatos, pero al que los veteranos se han acostumbrado y vibran de acuerdo a los hercios de ese ruido. Hay veteranos, no obstante, que no logran adaptarse y terminan por sucumbir y dejar de escuchar, una especie de sordera voluntaria, pero totalmente efectiva. Ese ruido se compone sobre todo de voces. Se suman a esas voces algunas melodías sinfónicas cargadas de atonía y alcaloides sonoros. También se mezclan sonidos de maquinarias pesadas fabricadas para llevarse las culpas. Todo es un engaño y todo es una broma, pero el puto sonido no cesa.

Todavía recuerdo algunos detalles, algunas cosas, dos o tres a lo sumo, que son mi vida. Pasando un puente, cerca de unos campos de futbol, un polideportivo, una parada de autobús y un cajero automático, dije por última vez adiós a la mujer que amaba. Tras eso nos hemos vuelto a ver, pero ya apenas nos comunicamos aunque pasemos unos días juntos hablando. Aquella vez nos fumamos nuestro último porro, ella luego fue
capturada. Yo conseguí escapar, pero caí en una trampa. Tarde más de dos años en escapar de nuevo. En esa trampa, ellos no me tenían, pero yo hacía lo que ellos querían, sin yo saberlo. Ahora soy vulnerable a ser capturado, pero sigo libre, todo lo libre que un pobre diablo puede estar en el Infierno. Aunque he exagerado, solo recuerdo sus ojos y que lloraba.

Recuerdo también un paseo con la misma mirada caminando a mi lado. Al final de la noche también tenía lágrimas en los ojos. Por aquel entonces los dos éramos libres, yo más que ella, pues ella estaba en la trampa en la que yo caí algunos años más tarde. Por separado quizás no éramos libres, pero juntos sí, absolutamente. Ese día yo la hice un regalo, era su cumpleaños. Intentó enseñarme a jugar al mus, pero yo no atendía; mientras fingía escuchar su explicación, no daba crédito a que realmente, yo, YO, estuviese enamorado. Dudo que alguien pueda regalarla algo mejor que lo que yo la regale aquella tarde de agosto. Quién diría que entonces ya estábamos en el Infierno. Ahora no me cabe la menor duda. La noche terminó pronto, con uno de nuestros primeros porros, los pies en la piscina y los ojos en las estrellas. Tras ser herido en la guerra más de una vez, por fin me di cuenta de que las estrellas son las ruinas de lo que una vez fue el planeta Tierra.

El tercer recuerdo es mucho más vago y general. No es un recuerdo, sino que es una reconstrucción a partir de muchos fogonazos sin sentido. Estaba en un portal durante horas. El fuego en forma de agua de lluvia y granizo arreciaba sin piedad. Era cerca del mediodía y yo llevaba en el portal desde antes del amanecer. Llamaba una y otra vez al timbre correcto del panel. Miraba el teléfono móvil cada pocos segundos. Sentí ira, sentí odio y sobre todo mucho dolor. Muerto de frío, la ira me mantenía vivo; lleno de amor, el odio me mantenía firme; lleno de deseo, el dolor me mantenía cuerdo. Cerca de unos meses después, mi móvil vibró. Un mensaje de ella pidiendo perdón por su despiste. Inmediatamente sonó un pitido y la puerta del portal se abrió. Subí algunas escaleras y vi una puerta entreabierta, entré. Me hallé en un recibidor bien amueblado, lo que cabría esperar de una casa burguesa y de buena familia. La puerta del baño estaba cerrada pero salía luz por la rendija rozando el suelo. Dentro se oía un goteo –amen del ruido del Infierno que nunca cesa (sobre todo se oía maquinaria y pocas voces, lo que es extraño)-. Lleno de odio abrí la puerta de golpe. Primero vi unos pequeños pies descalzos sobre el mármol. Inmediatamente desapareció la ira. Subí la vista y vi unos pantalones de pijama con dibujos de Disney o parecidos, y una camiseta roída de estar por casa. Se desvaneció el odio. Luego vi su reflejo en el espejo y el dolor se intensifico. Todo se llenó de fuego y la risa de todas las voces del infierno inundó mi mundo. Me di cuenta al ver su reflejo horrible de que estaba perdido. Ojeras, sangre, arrugas y tristeza y jamás vi una mayor belleza. Pero lo que es amor, no vi nada, solo mi sombra en el espejo que también se reía. Por todos los dioses del infierno, la quería. Quería besar sus pies, oler su ropa y mirar sus ojos ojerosos para siempre, sus pecas colocadas por algún artista cósmico por todo su cuerpo. Después de esto todo es olvido, sexo y mentiras. Relaciones por mor del olvido y olvido por mor de la vida. Y la penitencia en el Infierno a modo de purgatorio, porque aun la quiero, mientras se escribe esto, aun la quiero.

Esos son todos mis recuerdos entre la espesa niebla. Es todo lo que queda de mi cuerpo. Ahora, puedo ofrecer algunas almas, no muchas, pero algunas. El orden cronológico de los recuerdos no lo recuerdo. De hecho el tiempo, al igual que el espacio, existe, pero el orden cronológico no existe en Infierno. El a priori en la experiencia es válido para cualquier mundo y cualquier entidad, a no ser algún Dios omnidimensional –o unidimensional-. Y como alma del infierno no puedo sino reconocer con Kant que el tiempo y el espacio son formas a priori del hombre –o, mejor dicho, de lo que vanidosamente llamamos hombre-. Pero las relaciones numéricas –como el orden cronológico- están contaminadas de contenido externo a esas formas arquetípicas que configuran el Infierno. Y como tal están necesariamente sujetas a la bruma.

Arde el Infierno, arde. Es verano y el Infierno apenas refresca. Aprietan las calderas, se incineran las ideas y de sus cenizas resurgen ideas nuevas. Se empieza en la desdicha y se termina en el amor, como si el Infierno fuera solo pasión y dolor. El Infierno es mucho más, es todo. Es el burgués renegado que anida en las cumbres y costas, el elevado señor que añora las noches de verbena en su villa gallega, el pobre diablo que no se mueve y sin embargo goza. Infierno es mi percepción, la crítica de la percepción que no busca la manera de alcanzar lo correcto, sino de no necesitarlo. Infierno son esos tres recuerdos que nunca abandonan. Pero sobre todo Infierno es la ausencia de nada. A mi dadme una cuerda hacia la nada y os liberaré de Infierno; no lo prometo. Me liberaré a mí y a mi amada, y crearé un Infierno donde la maldición de Dios caiga directamente sobre mi Adán. ¿Cuánto hay de verdad y cuanto de ficción? ¿Son lo mismo o lo mismo son?

-Conclusión: S. P. No somos tan distinto como cree (x2)


David Álvarez García

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