Es Difícil Estar Solo

Día 1 

Es difícil estar solo, te das cuenta de cuánto te apoyas en el otro, tanto como para saber,
así, quién eres tú. Y esa es sólo la primera página del libro... Cuando uno se da cuenta
de que no tiene ni idea de quién es, es libre de ser quien sea, es básicamente todo lo
libre que puede ser, mientras los demás no se den cuenta de lo que hace; gracias a las
redes sociales es bastante sencillo situarse en la mente de los otros.

Pero con sólo leer las dos primeras palabras de este texto uno sabe que no es un texto
vacío, se podría suponer que es un repaso, pero qué utilidad tienen los repasos, dejen
que les explique la mía, conocerse y poder comprender como tales a los cambios. No es
una tarea cómoda, hay que saber esperar el momento adecuado, ese en el que uno está
vacío, pero esperar es muy aburrido y hacer esto cuando uno no está vacío es confuso y
doloroso; así te va, solía decir yo.

Y, ¿de dónde viene el dolor? Pues, por suerte o no, en este caso, de uno mismo.
Cualquiera que me haya leído más de dos veces sabrá ya que, en mi lucha contra el
deber, tengo una pequeña victoria, la responsabilidad. Lejos de la culpa de la calle, la
manchada de sangre de reyes que asumen su reino extraterreno, la responsabilidad, tal
como yo la concibo para poder darle un sentido pretendido, es un privilegio, una
oportunidad dorada. El razonamiento es sencillo, si yo lo he hecho posible, yo he sido el
responsable de que tal sea como es, yo soy todo lo que necesito para cambiarlo.
Imagínenlo desde la perspectiva contraria, pónganse en la situación de que quieren
cambiar el patrón de desbloqueo de un teléfono que no es el suyo. Como supongo que
saben, para poder cambiarlo hay que poner antes el actual, pero para ello hay dos
opciones, colocan el correcto porque lo saben, o colocan el correcto por suerte. Para
esta segunda, supongo, se creó la limitación de intentos. Si fueran ustedes, los que
tratan de cambiar el código, aquellos que eligieron y colocaron el actual, podrían elegir
la primera opción planteada y realizar la hazaña sin considerarse héroes por ello, pero
no es el caso. Cuando uno trata de cambiar algo de lo que no es responsable debe crear
una nueva realidad tal que sea capaz de remplazar a la actual, o, incluso, destruir la
actual, para poder crear otra en su lugar; la opción de destruir y esperar que surja lo
natural va quedando ya como utopía, en vez de cómo camino. Lo que quiero expresar,
dentro de todas estas referencias a mi pensamiento actual, es que cuando uno es
responsable de una acción, de forma completa o parcial, puede cambiar la realidad
producto de su acción, de una manera rápida y efectiva, puesto que sólo tiene que
rendir cuentas, respecto a la realidad a cambio, con sí mismo.



No sé si lo compartirán conmigo, pero yo ya llegaré por el tres trillones trato
desestimado conmigo mismo. De esas promesas que uno se hace y luego incumple con
la mayor impiedad inimaginable. Parece que así, lo que me compartan esta locura,
nuestros yoes del pasado, los que se prometen, descansan moribundos y vejados en un
rincón oscuro y ruin de nuestra cabeza, aún vivos, alimentados de la esperanza que
puede agarrase en tales promesas. Pues de estos yoes quería yo hoy hablar, mal que
divague todo lo posible. El dolor, que se nos va el tema, proviene de uno mismo, y
puede ser que la causa sea esta colección de presos políticos de la memoria, de la
costumbre. Ahora que ya tienen alojada la metáfora en la cabeza la completaré con otra
más, el acto del repaso es una revisión de condena, un sentarse con el yo que más grita,
con todo lo que sabemos de él, que no es poco, y considerar el otorgarle un papel de
estos que pone, “libre sin cargos”. Pero la condena, como pueden adivinar, es la
continuación de su existencia, la reclusión de lo que queda de ellos en la memoria. Aún
hay más, la condena no es problemática para ellos, sino, como se puede ver en la
repetición de yo, sino para uno mismo. De esta manera, cuando uno está solo, es libre,
pero no es libre de uno mismo. He aquí el dolor. Pero no desesperen, he aquí la
responsabilidad, si soy preso de mí mismo, lo único que tengo que hacer, en caso de
que quiera cambiar esa realidad, es liberarme.

Por eso estoy ahora sentado con mi yo al lado. El pecho me arde, en una confusión casi
perfecta entre tristeza, dolor y alegría pura, de esa felicidad que la piensas, te tumba y
te imprime una sonrisa involuntaria en todo el cuerpo. Es fácil dejarse llevar por este
tercer sentimiento, es de aquellos que le impulsan a uno a salir a la calle y congregar a
todos, sin importar quienes sean, alrededor de una inmensa hoguera y girar, por dentro
y por fuera, bajo el cielo, en la tierra, con la certeza de que la caída no importa porque
ya no hay necesidad de aterrizaje. Pero eso ya lo he hecho, pero no como de verdad se
puede hacer. Lo he hecho temeroso de mí mismo, sintiendo y comprendiendo la
tristeza y el dolor, escondiéndome de ellos, detrás de ellos. Así, aunque me escude la

alegría, el mundo me rodea pero yo no he llegado todavía.


Día 5 

Mi cuerpo es un campo yermo 
en primavera. Mi río muere y nace 
sin conocer, si quiera, el tuyo, 
sin conocer mi propia vera. 

Mi alma es un pájaro 
al norte del sol, confuso, 
rodeado del negro, 
clamando, subiendo y gimiendo. 

Son el cielo y sol a sus pies, 
con el todo completo acunando 
su ser. Aún así solo sentido, 
mundo que cruza sin caer, ya nada 
en su pecho. Mi cuerpo es 
el campo yermo y el sol oscuro. 

Mi cuerpo es el mar en rojo, 
el cielo en cruel gris. Es mi 
cuerpo medalla a la vida, 
quizá otro mérito que robé 
a escondidas, la pretendida historia 
de sus idas y venidas. 

Mi cuerpo es una cruz 
al norte del sentimiento, 
un recuerdo vacio que 
ya borró el viento. 


Qué es el rojo cruzando el suelo, 
sino un radical adiós a todo vuelo. 
Son ya tus miradas aliento 
de invierno, quedó esta cama 
depredada, ancha. Ocupada sí, 
pero a media asta. 

Van quedando mis colmillos romos, 
mi perro, mi león, ambos 
sin melena. Me arrugo, me 
siento en la mesa sin cena. 

Es mi sentir el de un niño 
caprichoso, herido de sangre y 
guerra, quien no sabe porqué 
pero, a cada rato, nace, 
muere, llora, grita y se reduce 
estallando en la arena. 

Historia de un corazón 
que me abandona, 
vuelve ahora, 
creando y derramándose 
por toda la tierra. 

Mi locura, señores, no es mía, pero muere en mí todos los días. 

Mi locura no es un sol de invierno sobre tu casa helada, es ahora amante de la luz, de la 
clara cama esperada. Murió ya cien veces de cordura desesperada, de yo sin ti, sin nada. 
Mi locura, señores, no espera ya más nada, aunque cualquiera sepa que no es mía pero 
es deseada. 

Día 8 

Mis ojos ven, pero no olvida aquello que pienso sobre lo que veo, ojalá no se 
confundan.

Se confunde lo que pienso y siento,
fuente común de mis decisiones y
mis acciones, la que es mi concep-
ción del mundo, con aquello que
pienso y siento, el mundo real.
Mi participación de lo real se
reduce a lo que yo creo, el pro-
ducto de mi actividad creativa,
excluyéndose aquello que pienso
crear y lo que creía creado.
Por eso puedo verme sentado
frente a mí mimo, sabiendo que
soy una proyección de lo que
pienso; pero, huyo asustado
cuando me hablo.

Sé que mi imaginación puede inundar mi mundo, pero no sé cuanto quiero que 
ocurra. 

Carlos Esteban González

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