Eduardo Gutiérrez Gutiérrez
Durante los últimos meses hemos podido observar como esta revista, aquel sueño hecho realidad en el que depositamos tantas esperanzas en sus primeros meses de vida, caía en el conformismo y en el arte por el arte. Nos hemos dejado llevar por nuestro ingenio y este nos ha traicionado de nuevo. Mil perdones. En esta sección trataremos temas de especial índole social y para inaugurarla procederemos a revisar y actualizar los temas principales que propusimos en el Manifiesto del primer número.
Es a través de la acción como podemos convertir una idea pensada por un sujeto particular en algo común, de todos y para todos. Algo en lo que ya hemos hecho hincapié varias veces: convertir el pensamiento en realidad. Solo así será posible una futura transformación del mundo en el que vivimos. Y si seguimos tirando del hilo veremos que el principio del mismo requiere de un cambio de pensamiento iniciado por un movimiento revolucionario apoyado por figuras intelectuales, que, lamentablemente, escasean en España. Parece ser que lo necesario para que de una vez por todas estalle una revolución social en España (abriendo una brecha entre los de arriba y los de abajo cuya solución marcará un punto de inflexión en la historia de la sociedad española) sería una base teórica y que por tanto tenemos que dejar de actuar para poder pensar más y mejor, pero esto no es así. Además de la base teórica también será necesaria la acción conjunta de mucha gente; será necesario un nuevo y definitivo despertar de la acción humana.
Es muy necesaria la base teórica para que, una vez destruido todo lo que no tenga que ser conservado de este régimen político-social, se seleccionen los pilares fundamentales tras esta destrucción y se allane el camino a una nueva forma de hacer política. Y digo una nueva forma de hacer política porque será la política la que nos facilite el cambio.
También se echa de menos en España un elemento cultural de cohesión que una al pueblo español contra los males que vagan. La sociedad española se encuentra actualmente muy dividida entre peperos y socialistas, merengues y culés, nacionalistas e independentistas... Uno de los puntos fundamentales de la base teórica que convierta el cabreo ocasional y aislado en un enfado general será el de buscar esa cohesión en la sociedad.
No sé hasta qué punto hemos conseguido sembrar la semilla de la duda en nuestros lectores con esta revista, si hemos logrado algo de lo que nos propusimos con su creación e incluso si alguien nos lee, pero nos lo estamos pasando de puta madre y seguiremos haciéndolo. No es una amenaza. Cuando por fin dejemos de gritar dejaremos de vivir, y para eso queda aún mucho, mucho tiempo.
Tras la caída del muro nos vemos.
Carlos Esteban González
El mundo que ocupamos es posible gracias a nosotros, cada uno de los individuos que conforman la sociedad ocupa el papel de creador, hacedor y mantenedor. Partiendo desde la perspectiva de la libertad del individuo para el desarrollo del propio plan de acción y de los medios para la realización de este, el primer papel comienza y termina en el momento en que la acción se convierte en realidad, al constituirla, a través de su realización. En el momento en el que actuamos, a través de nuestra acción, creamos la realidad que habitamos pero el momento de creación es un momento efímero. Aunque el proceso de creación sea continuo, en el sentido continuarse a sí mismo en el desarrollo de las correlacionadas acciones de creación, este muere en la espontaneidad y originalidad del inicio de la acción pero, tras ello, llegamos al papel de hacedores. En este caso partimos del supuesto de que el hombre, al haberlo conseguido con el desarrollo social, vive en un medio artificial, comprendiendo la sociedad tanto como el medio de relaciones recíprocas entre los individuos que la conforman, como el medio físico que está conformado por la distribución del terreno y de las construcciones artificiales, en sentido de no naturales, que lo ocupan y que ocupan los individuos. Por esta concepción del hombre y de su medio, llegamos al presupuesto de la absoluta responsabilidad de los individuos, a través de la libertad de sus acciones, de cómo es la sociedad en la que viven, ya que son estos mismos los que la hacen. El papel de hacedor corresponde con la relación entre las acciones y la realidad de las cosas. Si por ejemplo, yo actúo como si vivo en una sociedad, conjunto con los demás individuos, en la que el horario de acción está comprendido en las horas de sol, yo hago, conjunto con los demás individuos, que la realidad de mi sociedad sea desarrollar nuestra actividad en las horas comprendidas en el horario solar. En el comienzo de la acción asistimos al momento de creación, de realización de algo que, hasta su inicio, no era real. Tras ello caemos en el momento de realizar ese algo, de hacerlo real y desarrollarlo plenamente en la realidad; creamos ese algo y lo hacemos real.
El último momento es mi preferido, el momento mantenedor. Es bastante sencillo, si tras los procesos de creación y desarrollo damos lugar a algo que es real, con independencia de la acción de los individuos –aunque, hemos de tener en cuenta que, no todas las cosas respondan a este modelo– nos encontramos ante algo real que parece independiente del individuo, en el sentido de que parece que no es necesaria nuestra acción para que ese algo, incluido en la sociedad, sea real y continúe siéndolo; idea que deviene en el sentimiento de impotencia social. Pero esto es sólo una mera apariencia, al actuar de forma continuada, en sentido de la aceptación de algo como real y la autodeterminación de la acción por parte del individuo acorde a esta idea de aceptación, tanto el individuo como la totalidad de ellos, mantienen las realidades creadas por ellos mismos. El papel de mantenedor comprende la parte de la acción, que al realizarse como si ese algo fuera real, lo mantiene, en sentido de que al actuar de forma continuada así hace que ese algo continúe la realidad adquirida tras los momentos de creación y realización. Pero este momento es igual de determinante que los demás ya que en el reside la responsabilidad que adquiere el individuo al mantener las realidades. El momento de creación da al individuo la responsabilidad de dar lugar a la posibilidad de que algo se desarrolle, el segundo momento de realización da al individuo la responsabilidad de hacer algo real, finalmente este último momento mantenedor da al individuo la responsabilidad de que aquello que es real continúe siéndolo. Al tener el individuo, al igual que el resto de ellos, la responsabilidad total de la realidad del ámbito en el que vive, comprendemos que tiene también la posibilidad real de cambiar la realidad de las partes, e incluso de la totalidad, del medio en el que vive.
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