Queridos señores políticos del pepé:
Esta carta no es mi carta hacia ustedes, es la carta del pueblo, la carta de las generaciones perdidas, la carta de todos y que busca lo bueno para todos. La carta del enfado, del grito sordo, del cabreo organizado y del hambre. Sobre todo del hambre.
Ya no cuela. No pretendan seguir diciendo que todo lo que hacen lo hacen por nuestro bien, porque ya no cuela. Cada vez seremos más tontos y más dóciles, pero no nos tragamos eso de que recortando el educación se está mejorando la educación. ¿Educación para quién? No, no nacimos ayer. Tampoco nos tragamos eso de que el socialismo es la lacra de esta sociedad y que solo los peperos contribuís al bien común. ¿Bien común para quién? Además, sabemos de vuestros intereses y sabemos de los intereses de vuestros compadres socialistas y sabemos de nuestros intereses: y ni los vuestros ni los suyos solapan con los nuestros. No, no nacimos ayer. Y sabemos que vosotros anheláis libertad y ellos anhelan igualdad, pero ni vuestra libertad ni su igualdad hablan de nuestra libertad ni de nuestra igualdad. NO, NO NACIMOS AYER.
Nos dan miedo vuestras sonrisas, ¿os lo podéis creer?, nos dan miedo. Nos dan miedo porque sabemos que atentan contra nuestras ilusiones, contra nuestras esperanzas, contra nuestros sueños, que ni por asomo son vuestras ilusiones, vuestras esperanzas y vuestros sueños. Nos dan miedo vuestros trajes, ¿os lo podéis creer?, nos dan miedo. Nos dan miedo porque sabemos que están pagados con la sangre y el sudor de cientos de obreros. Nos dan miedo vuestros perros de presa, ¿os lo podéis creer?, nos dan miedo. Nos dan miedo porque sabemos que aunque sean iguales a nosotros les tenéis cogidos por los huevos y estarán dispuestos a partirnos la cara si es necesario. Pero nosotros también lo estamos, por eso no nos da miedo vuestro poder, ¿os lo podéis creer?, NO NOS DA MIEDO. No nos da miedo porque sabemos que nuestro poder es infinitamente superior al vuestro. E incendiaremos contenedores, sitiaremos barrios enteros, ocuparemos iglesias y conventos y construiremos guillotinas que llevarán escritos cada uno de vuestros nombres. Estamos muy cabreados y por eso ya no os tememos.
Fuera de la realidad que os habéis inventado hay padres de familia que no pueden dar de comer a sus hijos, hay ancianos que agonizan en casas en ruinas, madres de casa que morirían por sacar adelante a sus niños, niños que viven de la calle y de sus dolores y miserias, jóvenes que ven su futuro tan negro, TAN NEGRO, que empiezan a dar golpes encima de la mesa reclamando el pan de su presente. No nos toquéis más los cojones, os lo ruego, no nos los toquéis más, porque ahí afuera hay un ejército de sueños rotos y estómagos hambrientos que están a punto de atravesar vuestra esfera y ocupar vuestro mundo.
Os habéis pasado, y lo sabéis. Os habéis alejado tanto del pueblo que ahora es el proletariado (concepto tan inflado en nuestros días que se busca de otro concepto nuevo (¿precariado quizás?)) en el que refugiar a las miles y miles de personas que viven a la sombra de vuestro sol) quien de nuevo tendrá que alzarse sobre vosotros. Si no lo destruis primero, claro. ¿Pero cómo ibais a ser capaces de destruir vuestra propia fuente de ingresos, los muñecos de vudú con los que jugáis a dominar el mundo, los soldados que disponéis en campos de batalla imaginarios luchando en guerras sin sentido, la energía con la que se inflan vuestros intereses? Porque sobre vosotros vuela el fantasma del mercado, esa máquina del hambre atroz que devora todo cuanto ve a su paso. Pensabais que podríais controlarlo (negando vuestra propia fundamentación) y ahora es él quien os controla a vosotros. Os habéis pasado, y lo sabéis. Y ahora nosotros también lo sabemos.
Queridos señores políticos del pepé (y también queridos señores políticos del pesoe), hagan caso a las mil voces que suplican desde esta carta, porque es la última vez que vamos a pedir permiso para entrar. La próxima vez, será por la ventana.
Eduardo Gutiérrez Gutiérrez
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