Un Beso te Mando, Querida Madre.


Encontrarnos pasmados,

frente a la descabellada vida.

Pisadas que van dejando a su huella,

el camino hecho barro de la madre tierra.

Rodeados de tanto, siendo nosotros tan poco;

creer ser algo eterno frente a la majestuosidad;

sentirse como la aguja encontrada en el pajar.

Segundos, ante los que nos rendimos.

Tiempo, bastardo,

que encajonas libres movimientos.

Duda que piense por nosotros,

y un yo presumido,

oculto bajo lágrimas y desperfecto.

Nos confundimos.

Creemos acercarnos a ella,

cuando, en realidad,

nos alejamos.

Tiranos,

demagogos de la naturaleza y su legado;

rodeados de rosas, aún pequeñas,

que pronto sacarán a relucir sus espinas.

Hombre, que de tanto presumes,

cuando en tu odisea destruyes,

y nada creas.

Dices amar la vida, y sin embargo,

traes plagas malditas a su regazo.


Sol,

que en la cima observas;

que sigues alumbrando y sonriendo,

floreciendo, en cada mota de belleza.

El verdadero padre,

que perdona todos nuestros pecados.

Y mientras, cegados por la ignorancia,

el artificio nos rige,

nuestro corazón desconecta

y el alma se despide.

Y yo, hambriento de tu néctar,

ansioso por sentir y experimentar

el verdadero alimento del espíritu.

Un beso te mando, querida madre.

Uno de tus hijos aun te ama;

y aquí sigue, aferrado,

esperando volver a tu vientre.

Perderse,

entre inmensos campos y bosques;

respirar hondo tu pureza.

Escucharte,

dejarse llevar por la llamada.

Poder abrazarte,

amada naturaleza.

Pablo Supertramp

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