Yo canto.


La luna
tan arriba
y yo aquí
tan abajo,
bailo y me acerco
a su luz,
bailo y no
hay nadie
a mi alrededor,
todo ha cambiado
a otro color.

Sangre, sudor
y tinta
que desdibuja los
paisajes del
ayer, no hay
más opción que
perecer, morir
y seguir encontrando,
pues vida y defunción
se esconden en
tu colchón hecho
jirones, en mil estaciones.

Los muros pesan,
el canto no cesa
y rompen toda piedra
escondida en tu
coraza hecha de
hojalata,
buscando sin buscar
una sin taza
que cobije
la perfección de
los acordes que
en cada lugar
palpitan, que cada sonrisa
grita,
y que todo aquello
que marchita
no es más
que la más excelsa
expresión de amor
por un nacimiento
de volver a ser niños
vacíos y resplandecientes,
pureza en sus carnes
sin encuadres
(El duende verde baila
su son,
no tratéis de atraparlo,
ilusos).

Va y parte
ya es tarde para el ayer,
es pronto para el mañana.

Danzar debajo de tu ventana
sin ropa que me tape,
sin nada que me ate.

Andrea  Villar Lamas

No hay comentarios:

Publicar un comentario