Más alto, más te subes.


Parece que no quedó claro quién era la vida,
ni se supo quién era el tiempo.
Ya no traerán las semillas
mis aliados del viento.

Y es que no existen golondrinas,
son pájaros del mal,
que como un ave de carroña desde las cimas,
esperan impacientes tu final.

Pero pájaro que vuela,
cambiando va de aires,
Y si en su nido no se consuela,
volará hacia otros valles.

Aquel que nace,
que pone un huevo y eclosiona.
Aquel que muere y yace,
y que el vuelo por el vuelo ya no le apasiona.

Y sí, aves de rapiña,
puedo regalaros toneladas de insomnio.
No me importa que sus alas ensombrezcan mi viña,
no mientras me arrope en un folio.

Eran dos, ahora ya tres,
bautizado como “espacio” este tercero,
aunque ninguno de ellos tres ves,
ambos se juntan en el cenicero.

La próxima batalla la del hombre contra el árbol.
Cuidado con la naturaleza,
pues a ella ya pertenece la madera de tu ataúd y las losas de mármol.

Y si el ave se niega de ser ave,
y destruye sus propios campanarios,
en realidad nada más sabe
que de su utópica autodestrucción.
Así que vayan cerrando el telón,
vayan desalojando el escenario.

¡Huye, resentido corazón!,
Si tu única ambición
son fama y honorario.

Canto




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